sábado, 16 de febrero de 2013

Relatos de Isnir. Capítulo 3


¿Hasta dónde llegarías para vengarte…?

El silencio era la nota imperante en el despacho del director del instituto. Minutos antes, en el patio que se veía desde el enorme ventanal tras el escritorio, se había formado un alboroto tan colosal que ninguno de los dos ocupantes de la habitación  recordaba haber visto semejante espectáculo desde que se produjeran los altercados previos a la declaración de guerra contra los humanos.

Ambos eran como el día y la noche. Uno era alto, flacucho, de un peinado y unas ropas tan elegantes que se hubiera podido hacer pasar por invitado a cualquier fiesta de alto copete en la ciudad-capital de Eylissia. El otro, bajito, regordete y con un mostacho que le otorgaba cierto aire bonachón, vestía un arrugado traje de oficinista y una pequeña placa que le identificaba como funcionario del gobierno. El primero se mantenía apoyado contra el marco de la ventana, oteando el patio con ojos de halcón, mientras el segundo trataba de limpiar su sudorosa frente con ayuda de un pañuelo de tela.

-¿Puedo hacerle una pregunta, señor Culdock?- Preguntó el funcionario con voz amedrentada, como si su compañero de habitación le infundiera un profundo respeto.

-Por supuesto, señor inspector. Pero sólo si a cambio me responde usted a otra que tengo en mente ahora mismo.- Respondió el otro, sin apartar los ojos de la ventana. Se movían de un lado a otro, cómo si buscara algo frenéticamente, pero su postura corporal indicaba que estaba completamente tranquilo.

-Verá, me resulta extraño ver a alguien de su posición social acercarse por un instituto de secundaria, más teniendo en cuenta las alturas del curso a la que nos encontramos…Así que… ¿Podría decirme por qué un aspirante a Senador se pasaría por un recinto repleto de gente que no podrá votar hasta dentro de dos legislaturas?

El señor Culdock cruzó los brazos a la espalda, se apartó de la ventana y miró por primera vez al inspector, con cierto aire despreocupado.

-He venido a hablar con una persona por encargo de un conocido. Huelga decir que normalmente mi tiempo es demasiado valioso para estarlo perdiendo en este tipo de sitios, como usted bien ha apuntado antes, pero en éste caso… Digamos que no he tenido otro remedio.- Se observó las uñas como si le parecieran lo más interesante del mundo.- Y aquí va mi pregunta, ¿qué hace usted aquí? Si mal no recuerdo, las inspecciones a los centros educativos se realizan a principios del curso, no cuando se está llegando al final…

-¡Ah, eso!- El inspector se permitió una sonrisa de alivio.- Pensé que me iba a preguntar alguna otra cosa… Hace una semana llegó a mi sección una carta del director del centro en la que se solicitaba una revisión extraordinaria con motivo de evaluar las obras que se han llevado a cabo en este último mes… La verdad, nunca en todo lo que llevo en este trabajo había visto a un director tan aplicado. Por lo general se suelen limitar a las revisiones anuales mínimas, no es común que pidan dos en un mismo ejercicio… Pero en fin, yo he venido aquí con intención de reunirme con él para dar comienzo a la inspección aunque… Ya ha visto lo que ha pasado ahí fuera.

-Entiendo… Muy interesante, si señor.- Sus ojos adquirieron un brillo de astucia al llevarse una mano al mentón.- Muy…Interesante.

En ese momento, la puerta del despacho se abrió de par en par tras un fuerte golpe. El director, un hombre con anteojos y grandes entradas en el cabello, entró en la habitación con su traje de pana completamente chorreante y cubierto por una extraña arcilla desde sus mocasines de piel hasta la mitad del estómago. Parecía fuera de sus casillas y no pareció reparar en los dos hombres que le habían estado esperando hasta esos momentos.

Tras él, entraron dos profesores, agarrando cada uno a un estudiante, un chico y una chica, que observaban a su alrededor completamente perplejos y sin oponer resistencia a los empellones que les daban los docentes para hacerlos avanzar. El señor Culdock estudió los rostros de los cinco recién llegados, pero en cuanto sus ojos se posaron en el chico, supo que había dado con quién había ido a buscar…





Me despierto sobresaltado al escuchar un fuerte ruido junto a mí. Noto los párpados pesados y mis pupilas tardan en habituarse a la escasa luz que entra por las persianas de mi habitación… A fin de cuentas, aún estando cerca el plenilunio de Estaerí, la luna plateada, sigue siendo de noche.

Me siento en mi cama y busco el origen del ruido que me ha sacado del sueño, empezando a ponerme en tensión por si fuera alguna intrusión del grupito de Dragamsel o alguna otra persona. Pero enseguida descarto la idea al ver mi botella de agua tirada en el suelo. Siempre la dejo cerca de mi mesa de noche al irme a dormir, para no tener que salir de la cama cuando me despierto con sed, y parece que hoy le he dado un manotazo sin querer al moverme en sueños.

Me resigno a tener que pasarme la siguiente media hora intentando conciliar el sueño y recojo la botella para dar un trago antes de taparme de nuevo. Ya me había costado dormirme la primera vez y el recuerdo de las últimas imágenes no iba a ayudarme especialmente a desconectarme del mundo.

Las palabras de Kenlish en el parque seguían resonando en mi cabeza, horas y horas después de habérmelas dicho. “¿Hasta dónde llegarías para vengarte”. Tenía gracia que me lo hubiera preguntado, porque a menudo me había sorprendido a mi mismo planeando mil y una formas de hacerles pagar a Dragamsel y a todos mis acosadores por el daño que me han hecho hasta el día de hoy. La cuestión era que hasta ahora solo habían sido eso: pensamientos de autocompasión. Nunca habría tenido las agallas de llevar a cabo ninguno de esos planes.

Pero ahora, la situación ha cambiado. Algo se ha encendido dentro de mi, un fuego que me purifica y me da fuerzas de un modo que nunca había experimentado. Y, aunque hace unas horas la prudencia me hizo aplazar el momento de darle una respuesta a mi nueva amiga, mi espíritu se agita ahora excitado. No importa cuánto trate de acallar ese instinto de revancha con razonamientos sobre las consecuencias. Mi mente y mi cuerpo van por separado.

-¿Tan malo soy en el control de mis impulsos?-Suelto una risa por lo bajo, mientras observo el techo de mi habitación.- Soy un fracaso de elfo. Sólo los humanos se dejan llevar antes por sus emociones que por sus razonamientos… Otra prueba más de lo extraño que soy en este lugar.

No me entristece descubrir otro fundamento para sostener mi supuesta mezcla de sangre. Es más… Me siento tan bien que hasta estoy orgulloso de haber descubierto esta faceta de mí mismo. Soy consciente de que me juego algo más que una simple paliza de represalia si nos descubren preparando cualquier cosa para vengarnos, pero ya no me importa.

-Si Kenlish está dispuesta a correr el riesgo y cargar con las consecuencias de sus actos, yo no puedo ser menos.- Sonrío y cierro los ojos.- Mañana iré a buscarla antes de entrar a clases… Y le daré mi respuesta.

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