martes, 23 de abril de 2013

Relatos de Isnir. Capítulo 6


Fase 1.

Conseguir que Wïlden entrase a trabajar en el bar fue diez veces más sencillo que reunir miembros para el nuevo club. Al contrario que mi amigo, yo nunca he tenido talento para las relaciones sociales, y mi capacidad empática es más bien tendente a nula. Por eso, cuando el lunes siguiente comenzamos a cazar posibles fichajes, sólo él había logrado reunir algunas firmas de alumnos cuando nos reunimos para almorzar en la sala de estudios, donde nos conocimos.

-No se te da muy bien convencer a la gente, ¿eh, Kenlish?- Me comenta mientras ojea mi lista, a la vez que pincha un pedazo de tomate de su guarnición de ensalada.

-Soy un desastre para estas cosas. Cuando estaba trazando el plan no se me pasó por la cabeza que fuera a ser tan difícil para mí pedirle estas cosas a la gente…- Observo con desilusión las ocho firmas que ha conseguido mi compañero. Trato de ahogar mis penas hundiendo mi cuchara en el cuenco de crema de zanahoria, pero enseguida vuelvo a hablarle sin darme cuenta.- ¿Puedes darme algún consejo para reunir las diez firmas que nos faltan?

-¿Dónde has intentado reunir las tuyas?- Me replica mientras corta un pedazo de filete de su plato.- Lo digo porque me he dado cuenta mientras reunía las firmas de que los de la primera planta son más reticentes a unirse a nosotros. No paraban de mirarme de mala forma, y me transmitían una sensación de desprecio que no me gusta nada. Pero en cuanto me dio por probar en la segunda planta empecé a tener buenos resultados. Es casi como si fueran dos mundos separados, porque ninguno me dio malas sensaciones.

-¿En serio?- Las ocho firmas de Wïlden se iluminan ante mis ojos, como si fueran algún tipo de mensaje divino.- ¿Todas son de clases de la segunda planta?

-Así es. Y debo añadir que estas ocho las he conseguido en sólo diez minutos del recreo de esta mañana. Los primeros veinte me los pasé persiguiendo gente de nuestro pasillo como un pato tras su familia.- Se pone pensativo mientras saborea su trozo de filete.- Creo que si terminamos pronto de comer y nos metemos en sus clases podríamos conseguir las diez firmas que necesitamos antes de que empiece el periodo de tarde.

-No me ilusiones, Wïlden, que me puede dar algo.- Sus colmillos me llaman la atención cuando me dedica una sonrisa de orgullo, pues resaltan sutilmente sobre el resto de su dentadura.- Y… ¿Estás usando esa habilidad que me contaste para identificar a los sujetos más propensos a unirse al club o lo has estado haciendo a voleo?

-Bueno, dicho así parece que esté haciendo trampa…- Reprimo la risa cuando se sonroja tras mi comentario. Aparta la mirada de mí y se queda observando por la ventana.- No puedo evitarlo. Desde que te comenté esto en el Swarthen no dejo de percibir emociones con más intensidad al observar a la gente. Es como si tras contarte mis impresiones hubiera tomado consciencia de esa capacidad y esta se hubiera fortalecido.

-Bueno, si es una habilidad innata en ti no creo que estés haciendo trampa… Y no voy a quejarme si además la estás usando para ayudarnos en nuestro objetivo.- Apoyo la barbilla sobre mis manos y lo observo con un extraño cariño brotando de mi pecho. De pronto, me doy cuenta de algo muy importante y me reincorporo de golpe.- Dime una cosa… ¿Eres capaz de averiguar cómo me siento yo ahora mismo?

Wïlden se ruboriza hasta la punta de las orejas. Sus ojos adoptan una expresión de terror, como si acabaran de darle un susto de muerte, y se vuelve tan rápido hacia mí que se da un golpe en la mano con la esquina de la mesa. Y al mismo tiempo, yo me estoy muriendo de vergüenza.

-¡Oh, joder…!- Me tapo la boca con las manos y trato de utilizar todo mi autocontrol para ocultar cualquier expresión externa de mis emociones, pero dudo que la habilidad de Wïlden tenga su fundamento en el lenguaje corporal.- ¿Eso es un sí…?

-No, no… Quiero decir, si quisiera podría averiguarlo pero…- Wïlden sacude la cabeza y hace un gesto negativo con las manos, completamente nervioso.- No sé cómo funciona esto, pero puedo “ignorar” la información que me llegue mientras no me interese interpretarla. Es decir, que puedo aislar lo que me transmite una persona si yo quiero.

-¿Qué significa eso exactamente?

-Significa que respeto tu amistad, tu intimidad y que estoy ignorando tus emociones desde el momento en que nos hemos quedado a solas.- Le lanzo una mirada tan penetrante que se acaba revolviendo en su asiento, incómodo.- Es la verdad. Si antes me he sobresaltado es porque la pregunta me ha cogido completamente por sorpresa.

-Vale… -Sigo sin estar convencida del todo, pero Wïlden tiene tal aspecto de perro apaleado que le acabo creyendo por lástima.- Está bien, me lo creo.  En cualquier caso, que seas capaz de aislar a las personas es un plus añadido a tu habilidad. Ojalá supiera cómo funciona exactamente, me gustaría poder entender mejor a las personas a mí también.

-Puedes practicar conmigo…

-No es lo mismo, Wïlden. Yo puedo tener delante a una persona sonriendo porque le ha ocurrido algo bueno y acabar pensando que maquina algo malvado.

-Pues vamos a practicar entonces.- Mi compañero apoya la cabeza en una mano y me mira con aspecto de cansancio.- ¿Qué te transmite esto?

-Que te aburres.

-No, es condescendencia. Significa que me das lástima.

-Capullo...


-¿Así que un Club de Geología?

Me encuentro en la Secretaría de Asuntos Académicos, una sala de la primera planta del instituto y que comparte espacio con la Conserjería del mismo. En éste lugar es donde la administración del Distrito 16 de la Ciudad-Escuela de Zeblorg recibe las peticiones de los alumnos, las cuestiones relativas a las residencias o a los clubes.

Ya hemos logrado reunir unas maravillosas veinticinco firmas de alumnos para unirse al Club, una cifra ligeramente por encima de lo que nos habíamos propuesto Wïlden y yo en un primer momento. Y todo ello, antes de que comenzaran las clases de la tarde, tal y cómo mi compañero había vaticinado durante el almuerzo, razón por la que me encuentro ahora, terminada la jornada, presentando la solicitud de creación del club.

-¿Van a acaparar usted y el señor Wïlden todos los cargos de gestión del club, señorita Kenlish?- La secretaria que me está atendiendo me mira por encima de sus gafas de media luna con suspicacia.- Es poco usual que sólo haya dos miembros en el gobierno de un club, más siendo tantos inscritos…

-Wïlden y yo somos los miembros fundadores. Hasta ahora los demás miembros sólo se han mostrado interesados en inscribirse, pero cuando tengamos un par de reuniones en el club seguramente designaremos otros miembros para los demás cargos. Solamente nos hemos limitado a preguntar si querían unirse a nosotros.

-Entiendo… Pero aún con esa promesa veo muy difícil que te podamos conceder el permiso para la creación del club.- Me devuelve el formulario y las firmas con cara de lástima.

-¿Pero por qué?- Recojo los papeles con cara de estupor.- ¡Tenemos más miembros inscritos del mínimo necesario!

-Si, es cierto, y me alegra mucho que aún haya gente que se atreva a fundar nuevos clubes como este. Cuando yo estudiaba hace años hubo unos cuantos alumnos que quisieron montar un Club de Astronomía, pero no lograron el mínimo de miembros que se requería para concederles un local de trabajo. Sin embargo, tú tienes otro problema: no tienes un padrino de clubes.

Mi cara debe ser todo un poema, pues la mujer suelta una pequeña risita al verme. Se acerca a las estanterías que hay junto al mostrador de recepción de pedidos y extrae un grueso archivador con el año actual grabado sobre la cubierta en letras oscuras. Lo abre por la mitad y me muestra una hoja de inscripción del Club de Tenis.

-¿Ves que junto a los nombres de los miembros de gobierno del club hay un recuadro con la leyenda “a cargo de” ? Ahí es donde se escribe el nombre del profesor que apoya la creación del club. Básicamente se ocupan de vigilar que el comportamiento de los miembros del mismo sea adecuado a las reglas del instituto y de apoyarlos en caso de que haya algún conflicto con la administración. Los alumnos generalmente los denominan Padrinos.

-¿Y es indispensable tener un padrino para poder crear el club…?- siento que un enorme pozo se ha abierto dentro de mi estómago.

-Lo es.- Mi interlocutora cierra el archivo y lo devuelve a su estante.- Lo lamento, Kenlish, pero si quieres crear el Club de Geología vas a necesitar encontrarte a un profesor que lo respalde. Ten.- Me tiende un pequeño librito hecho de papel reciclado.- Es un ejemplar con el reglamento del instituto en materia de clubes. Todo lo que necesitas saber en cuanto a ellos se encuentra ahí, desde su creación hasta el procedimiento que han de seguir en la solicitud de materiales para desarrollar su actividad.

-Gracias…Al menos esto nos será útil… Espero.


-Parece mentira que se te pasara algo tan obvio, Kenlish.- Me reprocha Wïlden un rato más tarde cuando voy a dar con él junto a las cristaleras del rellano del primer piso.- ¿Un profesor en el club? Ya nos han jodido antes de haber terminado siquiera la fase previa…

-No tiene por qué. Lo único que necesitamos es encontrar al profesor adecuado.- Cruzo los brazos y empiezo a meditar las características que necesitaría cumplir nuestro padrino para tener éxito en nuestra empresa.- Tiene que ser alguien que no se preocupe demasiado por los formalismos del instituto, alguien que pueda llegar incluso a aborrecerlo igual que nosotros. Sería perfecto que estuviera marginado por sus compañeros, porque eso nos daría algunos puntos a su favor a la hora de convencerlo. Y por supuesto, debe tener una especialidad cercana o relacionada con la Geología, para que pueda sentir quizás algo de simpatía hacia el club…

-Sólo con que cumpla dos de esas ya sería bastante.- Wïlden suelta un suspiro de cansancio y se incorpora lentamente del banco en el que ha estado sentado hasta este momento.- Un paria… ¿Conocemos a algún profesor que encaje en esa descripción?

-¿No has oído nada este fin de semana en el bar?- Empezamos a caminar hacia las escaleras para salir del instituto. La luz del exterior indica que deben quedar pocas horas más de luz, por lo que en poco menos de una hora cerrarán las puertas.

-Solo he estado trabajando cuatro horas este sábado, Kenlish. Con lo que he podido oír no basta para saber quién está más o menos marginado entre el profesorado. Necesitaría más tiempo, quizás dos o tres jornadas más de trabajo…

-Eso llevaría al menos una semana más.

-Sí, y eso suponiendo que acudiese el máximo número de días que me han ofrecido. Pero salvo que de repente me convierta en ti para poder hacer todas las tareas de castigo que me manda Rasmus y el resto de profesores cabrones, no tengo tiempo suficiente para ir más de dos veces por semana.

-Te ayudaré con las tareas.- Wïlden se para en seco y se queda observándome un par de escalones por encima de mí, con la boca desencajada.- Te necesito al cien por cien para poder sacar esto adelante. Además, generalmente las tareas que nos mandan en la clase 1-A las hago con los ojos cerrados, no me supone ninguna molestia.

-Kenlish…- Wïlden baja hasta mi altura y coge mis manos entre las suyas, observándome con un brillo de gratitud en sus ojos.- ¡Te adoro! ¡Gracias!

Noto como me arde la cara de la vergüenza y me apresuro a soltarme para darle la espalda a mi compañero. El corazón se me ha acelerado de forma brutal sólo con esas palabras, y aunque Wïlden sostenga que no está interpretando las emociones que le transmito, me da miedo que pueda enterarse de lo que me pasa antes de lograr averiguarlo yo misma. Esto es algo que nunca antes había experimentado, y no quiero compartirlo con él hasta estar segura de lo que se trata.

-No…No es nada.- El corazón va recuperando poco a poco el ritmo normal, pero ahora el fuego de mi cara se ha refugiado en su interior.- Vayamos saliendo, no quiero quedarme encerrada aquí toda la noche. Menuda bronca nos caería en las residencias si no nos ven aparecer.

Sin embargo, cuando apenas he dado un paso, Wïlden me frena posando una mano sobre mi hombro. Sus ojos han adquirido un brillo de entusiasmo repentinamente, y tras cogerme de la mano, tira de mí hacia una parte de las escaleras desde la que podemos asomarnos al piso inferior para observar. Se pone un dedo sobre los labios, indicándome que guarde silencio antes de que pueda preguntarle lo que le ocurre.

-Creo que he dado con nuestro padrino… Escucha.

Empiezo a prestar atención a mis oídos y rápidamente capto el sonido de una conversación procedente de la entrada al comedor de los profesores, justo al lado de las escaleras. Identifico la voz de Arxel Rasmus, en su característico tono de superioridad arrogante, junto con las respuestas desganadas de Elbuirp Dosait (la U es muda), nuestro profesor de Historia. Por lo que puedo entender en un primer momento, parece que el profesor Rasmus está vilipendiando la especialidad de su colega por alguna publicación reciente que ha hecho fuera del instituto.

-No creía que fuera posible que éste hombre se atreviese a meterse tan abiertamente con un compañero de profesión…- Le comento a un Wïlden que, inexplicablemente, sonríe abiertamente conforme avanza la discusión en el piso inferior.- ¿Es que acaso las normas de la escuela no existen para este hombre?

-Si se las salta para humillarme cada vez que se le antoja, no creo que le importen demasiado. ¡Ay, si pudieras sentir lo mismo que estoy percibiendo yo ahora mismo…! Dosait siempre tiene una cara de apatía suprema, pero ahora mismo da la impresión de que fuera a matar a Arxel en cualquier momento… ¡Que felicidad!

-¿Entonces has pensado pedirle al profesor Dosait que nos apadrine el club?- Wïlden asiente ensanchando aún más su sonrisa.- ¿Qué hacemos? ¿Esperamos a que terminen de discutir y lo abordamos camino de la residencia de profesores?

-Había pensado en echarle un cable ahora… Si interrumpo la discusión, Rasmus no tendrá de otra que largarse, porque si se empezara a meter conmigo, Dosait tendría motivos sobrados para denunciarlo ante el director. Y si Rasmus se larga, el otro se sentirá inevitablemente aliviado de haberse librado de esa mantis religiosa con traje, por lo que escucharía lo que tuviera que proponerle… Solo son suposiciones, claro.

-¿Quieres que te acompañe?

-No, no hace falta. Puedes subir de nuevo y esperarme en la sala de estudios, yo iré a buscarte cuando acabe de hablar con él… No sé cómo puede reaccionar si intentamos presionarle entre los dos.- Se da un golpecito en el pecho con el puño.- Confía en mí, no tardaré mucho.

Dicho y hecho, Wïlden sale corriendo con pies ligeros hacia la planta inferior. Puedo oír como golpea la sala de profesores y un remedo al saludo con el que Arxel nos obliga a presentarnos cuando llegamos tarde a alguna de sus clases, al tiempo que me incorporo y asciendo por las escaleras. No puedo evitar reírme al imaginarme la situación, con la cara de mi amigo asomando por el hueco de la puerta mientras el profesor Elbuirp reprime las ganas de responderle a Rasmus.

-Lástima no haberlo conocido antes… La de risas que me he perdido todo este tiempo.-Pienso mientras llego al rellano de la primera planta.- Los rumores no le hacen justicia: Wïlden es un chico muy divertido, a su manera.



De pronto, todo se oscurece y algo tira de mi pelo hacia atrás. Alguien me introduce algo en la boca cuando intento gritar, ahogando cualquier sonido que intente producir mientras me inmovilizan los brazos entre dos personas. No sé qué ocurre, me han tapado los ojos con algún tipo de vendaje y sólo oigo el ruido de pisadas a mí alrededor.

Intento soltarme, pero quienes me sujetan tienen más fuerza que yo y me arrastran por el suelo impunemente. Oigo como se abre una puerta cerca de mí, pero al golpear mi mano contra su marco se desvanece mi fugaz esperanza de que alguien acuda en mi ayuda. Intento resistirme con más fuerza, pero sólo consigo que mi camisa del uniforme se desgarre en un punto a la altura de los hombros.

Se abre otra puerta y me obligan a ponerme de rodillas en el suelo. Estoy aterrada, no puedo reprimir los temblores que recorren mi cuerpo de pies a cabeza. Entonces, alguien me retira la mordaza y trato de gritar en esos escasos segundos de liberación… Pero al instante hunden mi cabeza en un cubo de agua, intentando ahogarme.

Forcejeo, lucho por soltarme mientras contengo la respiración. Una tercera persona empieza a zarandear mi cabeza bajo el agua, agarrándome del pelo. Me dejan coger aire, sólo un segundo, y prosigue la tortura. Una, y otra, y otra vez, hasta que pierdo la cuenta, y dejo de luchar poco a poco.

Me siento débil, los pulmones me arden y siento cómo mi conciencia empieza a desvanecerse. Me doy cuenta de que, a pesar de no haber proferido sonido alguno en todo este tiempo, no he dejado de llorar ni un momento desde que ha comenzado esta pesadilla… De la que no voy a poder escapar.

-Wïlden… Ayúdame…


-Buenas tardes, queridos profesores. ¿Me conceden permiso para entrar?

Tanto Arxel como Elbuirp pegan un respingo al verme asomar la cabeza por la puerta. Adopto un semblante de sorpresa y arrepentimiento, fingiendo que ignoraba que estuvieran en medio de una tensa conversación. Noto como el profesor Dosait se relaja al otro lado de la mesa, donde tiene un pequeño montón de papeles que parecía estar rellenando cuando ha llegado Arxel. Sonrío para mis adentros al ver que mi estrategia empieza a surtir efecto.

-¡Wïlden! ¿Se puede saber que haces aún por aquí, liante?- Mi “querido” profesor de ética parece molesto.  Y digo “parece” porque, inexplicablemente, soy incapaz de captar lo que pueda estar sintiendo, algo que me desconcierta.- ¿No sabes que nunca has de interrumpir una conversación ajena?

-Mil perdones, profesor Rasmus. Llevaba un rato llamando a la puerta, y como nadie me respondía decidí abrirla para ver si el profesor Dosait estaba dentro.- Le dedico una mirada suplicante mientras le muestro los formularios que le he cogido a Kenlish.- Tengo algo que hablar con usted.

-Bien, pues resulta que ahora…

-El profesor Rasmus ya se iba, Wïlden, estate tranquilo.- Le lanza una mirada a Arxel que, de haber sido yo quien tuviera que soportarla, me habría hecho retroceder. Sin embargo, el otro se la sostiene sin inmutarse.- Largo.

-Está bien, está bien. Ya dejaremos la crítica de tus estudios sobre la arquitectura cibriense para otra ocasión… - Me dirige una mirada repentinamente envenenada cuando se dirige a la salida. Sin embargo, antes de que llegue a traspasarla, alcanzo a oírle soltar un comentario despectivo hacia Elbuirp.- Científico de segunda…

El portazo de Rasmus me deja con una situación incómoda entre manos. El profesor Dosait parece estar ahora más calmado que unos minutos antes, pero su rostro, que refleja tener una edad de no más de treinta y pocos años élficos, indica que aun podría dar un coletazo de mal humor si no llevo la conversación con cuidado.

Mientras pienso la manera de abordarle empiezo a observarle con detenimiento. Físicamente, es la antítesis absoluta de Rasmus: Elbuirt viste tonos claros frente al gris apático de Arxel, y su rostro denota una gran cantidad de energía interior, lo que, unido a su amplitud de espaldas y sus enormes manos, le asemeja a un volcán a punto de explotar. Su pelo es del color de la paja, y siempre lo lleva peinado hacia atrás, como queriendo resaltar el color castaño de sus ojos como elemento principal de su cara. Unos ojos que ahora mismo me evalúan con gesto de cansancio.

-Entre tú y yo, muchacho, gracias por cerrarle el pico a Rasmus. Tiene la mala costumbre de meterse a incordiar a otras personas sin dejar que hablen.

-No ha sido nada, profesor.- Sigue transmitiendo una pequeña sensación de molestia, pero ya apenas la percibo. Lo interpreto como una buena señal y decido rodearlo un poco más antes de atacar con mi propuesta.- ¿De qué va ese estudio que ha publicado, profesor Dosait?

-¿Lo preguntas por curiosidad o estás intentando camelarme para algo, chico?- Necesito todo mi autocontrol para no mutar mi expresión en sorpresa cuando escucho esas palabras.- Perdona, no te ofendas. A ningún alumno le interesa mi materia en esta escuela, y a menos gente aún mi especialidad académica en estos tiempos.

-¿A qué especialidad se refiere?- Pregunto intentando que se note un interés sincero en mi voz.

-Soy doctorado en Influencia Entre Razas, concretamente en la que ha ejercido nuestra civilización sobre los humanos en Zeravla y lo que ellos nos han aportado a nosotros… Todo ello basándome en la información de que disponía antes del aislamiento político de hace unos años… Supongo que recuerdas esa lección, ¿verdad?

Asiento brevemente. Recuerdo muy bien la primera vez que me contaron esa historia, hará ya dos años. Me sirvió para comprender, al menos en parte, las razones por las que me acosan en este lugar: un odio racista e irracional contra alguien cuyo pecado es ser ligeramente diferente.

-Los estudios cibrienses que he publicado son el resultado de una larga investigación que realicé durante años en el Reino de Cibrión, en la zona nororiental del continente zeravliano. Básicamente está centrado en su arquitectura, la gran población de usuarios de Luz a los que siguen denominando Dranes y sus manifestaciones de arte… Lo habría acabado antes, pero al perder mis fuentes primarias de información tras la Guerra de Aislamiento tuve que recurrir a otras vías…- Sacude la cabeza y agita una mano, como pidiéndome disculpas.- Lo siento, Wïlden, me he ido por las ramas. ¿Qué querías de mí?

Me acerco a la mesa y le  muestro los formularios de creación del club. Su expresión apenas cambia mientras va leyendo el texto, pero noto que empieza a emanar de él una serie de sentimientos encontrados. Cruzo los dedos para que ganen los que son favorables a mis intereses.

-¿Cómo es que un chico de la clase 1-F quiere fundar un club con la chica talento de la 1-A?- Me mira con suspicacia, como atisbando algo que no debería estar en mi rostro.- Porque chico, dudo mucho que a ninguno de los dos le interese particularmente la geología…

-¡Es que nos interesa! De verdad.- Noto enseguida que me he precipitado al hablar, porque el rostro de mi profesor se vuelve aún más escéptico.- Verá…-Necesito soltar algo convincente y digno de Kenlish para convencerlo y la conversación sobre el Reino de Cibrión me ilumina el camino. Tanto metafórica como literalmente.- En esta ciudad escuela siempre estamos viendo lo mismo: losas de piedra, asfalto, cemento y algo de tierra en el parque y los complejos deportivos… Kenlish y yo tenemos curiosidad por ver de qué está hecho… Lo que hay ahí abajo, fuera de esta isla flotante. Queremos saber, por ejemplo, como es el suelo que pisan los humanos en Zeravla.

Elbuirp y yo nos mantenemos una mirada intensa, mientras me apoyo sobre la mesa para reforzar mi gesto. No soy capaz de interpretar como se siente, y tampoco me arriesgo a intentar hacerlo, pues siento que cualquier movimiento por mi parte mientras lo hago podría desencadenar un desenlace que no me gusta. Finalmente, el profesor exhala un suspiro.

-No cuela.- Mis manos resbalan y me doy un golpe en la cabeza contra la mesa.- Vuelve a intentarlo con otro profesor… Y por cierto, te ha quedado muy natural ese golpe.

-Creo que con estas cosas lo suyo es preocuparse por la gente, no felicitarla.- Le replico mientras me froto la frente, sin entender en que he fallado.- ¿Significa eso que no va a apadrinar nuestro club?

-Exactamente.

-¿Pero por qué? No me ha dado una razón…

-Tampoco tú me has dado ningún argumento para que os respalde a ti y a la señorita Kenlish, Wïlden.- Me tiende de nuevo los papeles, ante mi estupor.- Además, aunque te ha quedado muy bonito lo del suelo de Zeravla, la Geología no es mi especialidad, por mucho que otra de mis especialidades sea la Arqueología y puedan hacer buenas migas entre ellas.

-Pero… Pero… ¡Tiene que ser usted!- Noto que mi empeño ha logrado despertar su curiosidad, y me aferro a esa posibilidad como a un clavo ardiendo.- Usted es el único que puede ser nuestro padrino. Los demás no…

Me quedo helado con la frase en la boca.  Algo frío y aterrador acaba de golpear mi mente de la misma forma que si me hubieran deslizado un bloque de hielo por el espinazo. Empiezo a observar a mi alrededor, frenético, buscando al causante de esa desagradable sensación que estoy sintiendo en el pecho y en mi cabeza, pero en la sala solo nos encontramos el profesor Dosait y yo.

-¿Te ocurre algo, Wïlden?- Me pregunta mientras se levanta a medias de su silla.

Yo casi ni le he oído. El frío se ha hecho más fuerte, y la garra en mi pecho amenaza con asfixiarme. No entiendo que me está ocurriendo, pero la sensación me es muy familiar. Es algo que he experimentado muchas veces en los últimos años…Pero nunca de forma tan intensa. Entonces, caigo en la cuenta de que esa sensación aterradora que me recorre no es mía… Sino que hay alguien experimentando un miedo tan grande en las proximidades que mi habilidad  la percibe a pesar de encontrarme razonablemente lejos de la persona en cuestión.

-Creía que Kenlish y yo éramos los últimos en salir del instituto, aparte del profesor Dosait y Rasmus…- Jadeo para respirar. La tenaza del pánico no afloja, y ahora mi propio cuerpo empieza a apremiarme para ir en busca del origen de esta sensación y ponerle fin a su sufrimiento.- Un momento… ¿No será? ¡Kenlish!

Salgo corriendo de la sala haciendo caso omiso a la llamada de Elbuirp, y vuelo por las escaleras hasta el primer piso. Me detengo frente a la puerta de los baños de las alumnas, de donde siento que emana la sensación de horror que me ha golpeado en la planta baja como un martillo. Intento abrir la puerta, pero alguien parece haberle echado el pestillo así que la aporreo llamando a Kenlish. No oigo ninguna respuesta verbal, pero al acercar mi oreja a la puerta puedo oír unos sollozos lastimeros en el interior de los servicios. Mi amiga, está ahí.

-¡No te acerques a la puerta!- Le grito a la vez que empiezo a embestirla con el hombro. El primer golpe me duele, y la puerta ni siquiera se ha movido un milímetro. Suelto un grito de rabia y arremeto otra vez, con idéntico resultado.- ¡Mierda!

Al echar de nuevo un ojo a la cerradura me doy cuenta de que la llave que usa el conserje para abrir los servicios cada mañana se ha partido dentro de la misma, obstruyéndola. Lleno de rabia, golpeo de nuevo la puerta, desesperado por entrar y auxiliar a Kenlish, y en esas lides me encuentra Elbuirp cuando sube a por mí.

-¿Qué está pasando, Wïlden?- Me pregunta en un tono serio mientras se acerca hasta mí, con aire preocupado.

-¡Kenlish está ahí dentro! No sé que le habrá ocurrido, pero he llamado varias veces y no me responde. Además, alguien ha partido la llave dentro de la cerradura y no hay manera de abrir esta puerta.- Le contesto mientras hago ademán de volver a golpear la puerta, pero Elbuirp me detiene antes de llegar a rozar la hoja.

-Si sigues haciendo eso solo conseguirás hacerte daño. Las puertas del Distrito 16 tienen un refuerzo elemental que impide que los nuevos usuarios puedan romperlas sin querer al despertar sus poderes.

-¡¿Y qué hago entonces?!- Estoy tan angustiado que ya no distingo si la desesperación que siento es la mía propia o la de Kenlish en el interior.- El instituto ya debe estar vacío  debemos de ser los últimos que queden aquí dentro. Ir a buscar ayuda a la zona sur del distrito me llevaría como poco quince minutos para ir y al menos otros tantos para volver. Y eso sin contar lo que me hagan esperar los del equipo de bomberos para encontrar un ariete con el que derribar esta puerta. ¡No pienso dejarla sola ahí dentro todo ese tiempo!

-Wïlden…- Elbuirp me aparta de la puerta con suavidad y me agarra por los hombros.- Tienes que controlarte mejor. No se nos enseña desde pequeños a controlar nuestras emociones por nada: ante una situación como ésta debes mantener la cabeza fría y pensar con claridad. ¿Me has entendido? Ahora inspira hondo. Eso es. Cálmate.- Se aparta de mí y me deja su chaqueta de pana a la vez que se desabrocha un par de botones de su camisa.- Antes te he dicho que estas puertas están trucadas para que los novatos no sean capaces de derribarlas… Pero si las enfrentas contra un usuario veterano, la cosa cambia.

No creo que pueda olvidar jamás lo que veo a continuación. Elbuirp mide dos pasos de distancia respecto a la puerta y extiende ambos brazos hacia los lados, trazando un círculo en el aire mientras respira profundamente. Su mano izquierda se detiene sobre su corazón mientras su derecha vuelve a alejarse del cuerpo. Entonces, al ladearse, noto como se levanta una brisa en el pasillo, que va creciendo en intensidad rápidamente hasta formar un auténtico vendaval. Creo ver una especie de lazos trazando círculos alrededor de la mano de mi profesor, pero para cuando creo estar siguiendo el movimiento de uno de ellos, la puerta sale despedida de su marco al ser golpeada por el elfo.





-Ya ves… Lo que cambia las cosas el ser capaces de usar tu poder.- Se vuelve hacia mí con el rostro ligeramente contraído en una mueca. No soy capaz de discernir a que se debe, pues las emociones de Kenlish ahogan todo lo que pueda sentir de otras personas.- ¿Tú no tenías prisa, chaval?

Asiento y le tiendo su chaqueta a la vez que me meto a toda prisa en el baño, parándome una milésima de segundo a contemplar la puerta recién reventada. Está combada en el punto donde la mano de Elbuirp la ha golpeado, y alrededor de la marca del puño hay una serie de rasguños considerables, como si alguien se hubiera dedicado a afilar cuchillos en la madera.

-Usuario de Viento, sin duda… Espero que Dragamsel nunca aprenda a controlar así su poder.

Empiezo a otear el baño, buscando alguna señal de Kenlish. Veo una puerta abierta al fondo, y los zapatos de mi amiga tirados por fuera, por lo que me apresuro a llegar hasta allí. Pero al ver la escena del interior del cubículo siento como mi corazón es apuñalado por una daga de hielo.

Kenlish está tirada en el suelo, junto al retrete, hecha un ovillo. Toda su ropa está empapada, y su camisa ha quedado hecha jirones, revelando unos cortes que, a juzgar por las formas, han debido ser de arañazos. Sus brazos están cubiertos por unos feos moretones, y sus puños están tan apretados que gotean sangre de los lugares donde se está clavando las uñas. Una bufanda roja le tapa los ojos y el nudo está tan bien hecho que me lleva un par de minutos quitársela. Cuando al fin sostengo a mi amiga entre mis brazos, se aferra a mí sin parar de temblar y sollozar, aún presa de un miedo descorazonador.

-Tranquila, Kenlish. Ya estoy aquí, no tengas miedo.- La aprieto contra mi pecho, intentando ahogar la mezcla de rabia y dolor que me atraviesa el corazón en estos momentos.- Ya pasó, tranquila.

-Wïlden… ¿Por qué…? ¿Por qué?- Rompe a llorar en silencio, sin soltarme la camisa, que se va tiñendo de rojo conforme la empapan las gotas de sangre que manan de sus manos.- Los odio… Los odio y me dan miedo... Tengo mucho miedo, Wïlden…

-Lo sé, Kenlish.- Mis ojos se posan en Elbuirp, que se apoya en la pared del baño junto a la entrada y nos observa con rostro inescrutable. Pero ahora soy capaz de volver a sentir lo que él, y sé que la escena que tiene ante sus ojos le está dejando huella.- Lo sé, y juro por esta sangre que derramas sobre mí que quienes te hayan hecho esto van a pagarlo caro. No voy a dejar que vuelvan a hacerte daño, no pienso permitírselo.- Levanto a Kenlish en brazos y la saco cuidadosamente al pasillo de los baños. Entonces, me detengo ante el profesor Dosait y ambos nos sostenemos la mirada.- Le agradezco que me haya ayudado antes, profesor. En otra ocasión seguiremos con la charla donde la dejamos. Hasta entonces… Que tenga un buen día.

-No es necesario que vuelvas a preguntarme lo de apadrinar a vuestro club, Wïlden.- Me responde cuando paso por su lado.- Acepto tu oferta.

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