Fase 1.
Conseguir que Wïlden entrase a
trabajar en el bar fue diez veces más sencillo que reunir miembros para el
nuevo club. Al contrario que mi amigo, yo nunca he tenido talento para las
relaciones sociales, y mi capacidad empática es más bien tendente a nula. Por
eso, cuando el lunes siguiente comenzamos a cazar posibles fichajes, sólo él
había logrado reunir algunas firmas de alumnos cuando nos reunimos para
almorzar en la sala de estudios, donde nos conocimos.
-No se te da muy bien convencer a la
gente, ¿eh, Kenlish?- Me comenta mientras ojea mi lista, a la vez que pincha un
pedazo de tomate de su guarnición de ensalada.
-Soy un desastre para estas cosas.
Cuando estaba trazando el plan no se me pasó por la cabeza que fuera a ser tan
difícil para mí pedirle estas cosas a la gente…- Observo con desilusión las
ocho firmas que ha conseguido mi compañero. Trato de ahogar mis penas hundiendo
mi cuchara en el cuenco de crema de zanahoria, pero enseguida vuelvo a hablarle
sin darme cuenta.- ¿Puedes darme algún consejo para reunir las diez firmas que
nos faltan?
-¿Dónde has intentado reunir las
tuyas?- Me replica mientras corta un pedazo de filete de su plato.- Lo digo
porque me he dado cuenta mientras reunía las firmas de que los de la primera
planta son más reticentes a unirse a nosotros. No paraban de mirarme de mala
forma, y me transmitían una sensación de desprecio que no me gusta nada. Pero
en cuanto me dio por probar en la segunda planta empecé a tener buenos
resultados. Es casi como si fueran dos mundos separados, porque ninguno me dio
malas sensaciones.
-¿En serio?- Las ocho firmas de
Wïlden se iluminan ante mis ojos, como si fueran algún tipo de mensaje divino.-
¿Todas son de clases de la segunda planta?
-Así es. Y debo añadir que estas ocho
las he conseguido en sólo diez minutos del recreo de esta mañana. Los primeros
veinte me los pasé persiguiendo gente de nuestro pasillo como un pato tras su
familia.- Se pone pensativo mientras saborea su trozo de filete.- Creo que si
terminamos pronto de comer y nos metemos en sus clases podríamos conseguir las
diez firmas que necesitamos antes de que empiece el periodo de tarde.
-No me ilusiones, Wïlden, que me
puede dar algo.- Sus colmillos me llaman la atención cuando me dedica una
sonrisa de orgullo, pues resaltan sutilmente sobre el resto de su dentadura.-
Y… ¿Estás usando esa habilidad que me contaste para identificar a los sujetos
más propensos a unirse al club o lo has estado haciendo a voleo?
-Bueno, dicho así parece que esté
haciendo trampa…- Reprimo la risa cuando se sonroja tras mi comentario. Aparta
la mirada de mí y se queda observando por la ventana.- No puedo evitarlo. Desde
que te comenté esto en el Swarthen no dejo de percibir emociones con más
intensidad al observar a la gente. Es como si tras contarte mis impresiones
hubiera tomado consciencia de esa capacidad y esta se hubiera fortalecido.
-Bueno, si es una habilidad innata en
ti no creo que estés haciendo trampa… Y no voy a quejarme si además la estás
usando para ayudarnos en nuestro objetivo.- Apoyo la barbilla sobre mis manos y
lo observo con un extraño cariño brotando de mi pecho. De pronto, me doy cuenta
de algo muy importante y me reincorporo de golpe.- Dime una cosa… ¿Eres capaz
de averiguar cómo me siento yo ahora mismo?
Wïlden se ruboriza hasta la punta de
las orejas. Sus ojos adoptan una expresión de terror, como si acabaran de darle
un susto de muerte, y se vuelve tan rápido hacia mí que se da un golpe en la
mano con la esquina de la mesa. Y al mismo tiempo, yo me estoy muriendo de
vergüenza.
-¡Oh, joder…!- Me tapo la boca con
las manos y trato de utilizar todo mi autocontrol para ocultar cualquier
expresión externa de mis emociones, pero dudo que la habilidad de Wïlden tenga
su fundamento en el lenguaje corporal.- ¿Eso es un sí…?
-No, no… Quiero decir, si quisiera
podría averiguarlo pero…- Wïlden sacude la cabeza y hace un gesto negativo con
las manos, completamente nervioso.- No sé cómo funciona esto, pero puedo
“ignorar” la información que me llegue mientras no me interese interpretarla.
Es decir, que puedo aislar lo que me transmite una persona si yo quiero.
-¿Qué significa eso exactamente?
-Significa que respeto tu amistad, tu
intimidad y que estoy ignorando tus emociones desde el momento en que nos hemos
quedado a solas.- Le lanzo una mirada tan penetrante que se acaba revolviendo
en su asiento, incómodo.- Es la verdad. Si antes me he sobresaltado es porque
la pregunta me ha cogido completamente por sorpresa.
-Vale… -Sigo sin estar convencida del
todo, pero Wïlden tiene tal aspecto de perro apaleado que le acabo creyendo por
lástima.- Está bien, me lo creo. En
cualquier caso, que seas capaz de aislar a las personas es un plus añadido a tu
habilidad. Ojalá supiera cómo funciona exactamente, me gustaría poder entender
mejor a las personas a mí también.
-Puedes practicar conmigo…
-No es lo mismo, Wïlden. Yo puedo
tener delante a una persona sonriendo porque le ha ocurrido algo bueno y acabar
pensando que maquina algo malvado.
-Pues vamos a practicar entonces.- Mi
compañero apoya la cabeza en una mano y me mira con aspecto de cansancio.- ¿Qué
te transmite esto?
-Que te aburres.
-No, es condescendencia. Significa
que me das lástima.
-Capullo...
…
-¿Así que un Club de Geología?
Me encuentro en la Secretaría de
Asuntos Académicos, una sala de la primera planta del instituto y que comparte
espacio con la Conserjería del mismo. En éste lugar es donde la administración
del Distrito 16 de la Ciudad-Escuela de Zeblorg recibe las peticiones de los
alumnos, las cuestiones relativas a las residencias o a los clubes.
Ya hemos logrado reunir unas
maravillosas veinticinco firmas de alumnos para unirse al Club, una cifra
ligeramente por encima de lo que nos habíamos propuesto Wïlden y yo en un
primer momento. Y todo ello, antes de que comenzaran las clases de la tarde,
tal y cómo mi compañero había vaticinado durante el almuerzo, razón por la que
me encuentro ahora, terminada la jornada, presentando la solicitud de creación
del club.
-¿Van a acaparar usted y el señor
Wïlden todos los cargos de gestión del club, señorita Kenlish?- La secretaria
que me está atendiendo me mira por encima de sus gafas de media luna con
suspicacia.- Es poco usual que sólo haya dos miembros en el gobierno de un
club, más siendo tantos inscritos…
-Wïlden y yo somos los miembros
fundadores. Hasta ahora los demás miembros sólo se han mostrado interesados en
inscribirse, pero cuando tengamos un par de reuniones en el club seguramente
designaremos otros miembros para los demás cargos. Solamente nos hemos limitado
a preguntar si querían unirse a nosotros.
-Entiendo… Pero aún con esa promesa
veo muy difícil que te podamos conceder el permiso para la creación del club.-
Me devuelve el formulario y las firmas con cara de lástima.
-¿Pero por qué?- Recojo los papeles
con cara de estupor.- ¡Tenemos más miembros inscritos del mínimo necesario!
-Si, es cierto, y me alegra mucho que
aún haya gente que se atreva a fundar nuevos clubes como este. Cuando yo
estudiaba hace años hubo unos cuantos alumnos que quisieron montar un Club de
Astronomía, pero no lograron el mínimo de miembros que se requería para
concederles un local de trabajo. Sin embargo, tú tienes otro problema: no
tienes un padrino de clubes.
Mi cara debe ser todo un poema, pues
la mujer suelta una pequeña risita al verme. Se acerca a las estanterías que
hay junto al mostrador de recepción de pedidos y extrae un grueso archivador
con el año actual grabado sobre la cubierta en letras oscuras. Lo abre por la
mitad y me muestra una hoja de inscripción del Club de Tenis.
-¿Ves que junto a los nombres de los
miembros de gobierno del club hay un recuadro con la leyenda “a cargo de” ? Ahí es donde se escribe el nombre del profesor que
apoya la creación del club. Básicamente se ocupan de vigilar que el
comportamiento de los miembros del mismo sea adecuado a las reglas del
instituto y de apoyarlos en caso de que haya algún conflicto con la
administración. Los alumnos generalmente los denominan Padrinos.
-¿Y es indispensable tener un padrino
para poder crear el club…?- siento que un enorme pozo se ha abierto dentro de
mi estómago.
-Lo es.- Mi interlocutora cierra el
archivo y lo devuelve a su estante.- Lo lamento, Kenlish, pero si quieres crear
el Club de Geología vas a necesitar encontrarte a un profesor que lo respalde.
Ten.- Me tiende un pequeño librito hecho de papel reciclado.- Es un ejemplar
con el reglamento del instituto en materia de clubes. Todo lo que necesitas
saber en cuanto a ellos se encuentra ahí, desde su creación hasta el
procedimiento que han de seguir en la solicitud de materiales para desarrollar
su actividad.
-Gracias…Al menos esto nos será útil… Espero.
…
-Parece mentira que se te pasara algo
tan obvio, Kenlish.- Me reprocha Wïlden un rato más tarde cuando voy a dar con
él junto a las cristaleras del rellano del primer piso.- ¿Un profesor en el
club? Ya nos han jodido antes de haber terminado siquiera la fase previa…
-No tiene por qué. Lo único que
necesitamos es encontrar al profesor adecuado.- Cruzo los brazos y empiezo a
meditar las características que necesitaría cumplir nuestro padrino para tener
éxito en nuestra empresa.- Tiene que ser alguien que no se preocupe demasiado
por los formalismos del instituto, alguien que pueda llegar incluso a
aborrecerlo igual que nosotros. Sería perfecto que estuviera marginado por sus
compañeros, porque eso nos daría algunos puntos a su favor a la hora de
convencerlo. Y por supuesto, debe tener una especialidad cercana o relacionada
con la Geología, para que pueda sentir quizás algo de simpatía hacia el club…
-Sólo con que cumpla dos de esas ya
sería bastante.- Wïlden suelta un suspiro de cansancio y se incorpora
lentamente del banco en el que ha estado sentado hasta este momento.- Un paria…
¿Conocemos a algún profesor que encaje en esa descripción?
-¿No has oído nada este fin de semana
en el bar?- Empezamos a caminar hacia las escaleras para salir del instituto.
La luz del exterior indica que deben quedar pocas horas más de luz, por lo que
en poco menos de una hora cerrarán las puertas.
-Solo he estado trabajando cuatro
horas este sábado, Kenlish. Con lo que he podido oír no basta para saber quién
está más o menos marginado entre el profesorado. Necesitaría más tiempo, quizás
dos o tres jornadas más de trabajo…
-Eso llevaría al menos una semana
más.
-Sí, y eso suponiendo que acudiese el
máximo número de días que me han ofrecido. Pero salvo que de repente me
convierta en ti para poder hacer todas las tareas de castigo que me manda
Rasmus y el resto de profesores cabrones, no tengo tiempo suficiente para ir
más de dos veces por semana.
-Te ayudaré con las tareas.- Wïlden
se para en seco y se queda observándome un par de escalones por encima de mí,
con la boca desencajada.- Te necesito al cien por cien para poder sacar esto
adelante. Además, generalmente las tareas que nos mandan en la clase 1-A las
hago con los ojos cerrados, no me supone ninguna molestia.
-Kenlish…- Wïlden baja hasta mi
altura y coge mis manos entre las suyas, observándome con un brillo de gratitud
en sus ojos.- ¡Te adoro! ¡Gracias!
Noto como me arde la cara de la
vergüenza y me apresuro a soltarme para darle la espalda a mi compañero. El
corazón se me ha acelerado de forma brutal sólo con esas palabras, y aunque
Wïlden sostenga que no está interpretando las emociones que le transmito, me da
miedo que pueda enterarse de lo que me pasa antes de lograr averiguarlo yo
misma. Esto es algo que nunca antes había experimentado, y no quiero
compartirlo con él hasta estar segura de lo que se trata.
-No…No es nada.- El corazón va
recuperando poco a poco el ritmo normal, pero ahora el fuego de mi cara se ha
refugiado en su interior.- Vayamos saliendo, no quiero quedarme encerrada aquí
toda la noche. Menuda bronca nos caería en las residencias si no nos ven
aparecer.
Sin embargo, cuando apenas he dado un
paso, Wïlden me frena posando una mano sobre mi hombro. Sus ojos han adquirido
un brillo de entusiasmo repentinamente, y tras cogerme de la mano, tira de mí
hacia una parte de las escaleras desde la que podemos asomarnos al piso
inferior para observar. Se pone un dedo sobre los labios, indicándome que
guarde silencio antes de que pueda preguntarle lo que le ocurre.
-Creo que he dado con nuestro
padrino… Escucha.
Empiezo a prestar atención a mis
oídos y rápidamente capto el sonido de una conversación procedente de la
entrada al comedor de los profesores, justo al lado de las escaleras.
Identifico la voz de Arxel Rasmus, en su característico tono de superioridad
arrogante, junto con las respuestas desganadas de Elbuirp Dosait (la U es muda), nuestro profesor de
Historia. Por lo que puedo entender en un primer momento, parece que el
profesor Rasmus está vilipendiando la especialidad de su colega por alguna
publicación reciente que ha hecho fuera del instituto.
-No creía que fuera posible que éste
hombre se atreviese a meterse tan abiertamente con un compañero de profesión…-
Le comento a un Wïlden que, inexplicablemente, sonríe abiertamente conforme
avanza la discusión en el piso inferior.- ¿Es que acaso las normas de la
escuela no existen para este hombre?
-Si se las salta para humillarme cada
vez que se le antoja, no creo que le importen demasiado. ¡Ay, si pudieras
sentir lo mismo que estoy percibiendo yo ahora mismo…! Dosait siempre tiene una
cara de apatía suprema, pero ahora mismo da la impresión de que fuera a matar a
Arxel en cualquier momento… ¡Que felicidad!
-¿Entonces has pensado pedirle al
profesor Dosait que nos apadrine el club?- Wïlden asiente ensanchando aún más
su sonrisa.- ¿Qué hacemos? ¿Esperamos a que terminen de discutir y lo abordamos
camino de la residencia de profesores?
-Había pensado en echarle un cable
ahora… Si interrumpo la discusión, Rasmus no tendrá de otra que largarse,
porque si se empezara a meter conmigo, Dosait tendría motivos sobrados para
denunciarlo ante el director. Y si Rasmus se larga, el otro se sentirá
inevitablemente aliviado de haberse librado de esa mantis religiosa con traje,
por lo que escucharía lo que tuviera que proponerle… Solo son suposiciones,
claro.
-¿Quieres que te acompañe?
-No, no hace falta. Puedes subir de
nuevo y esperarme en la sala de estudios, yo iré a buscarte cuando acabe de
hablar con él… No sé cómo puede reaccionar si intentamos presionarle entre los
dos.- Se da un golpecito en el pecho con el puño.- Confía en mí, no tardaré
mucho.
Dicho y hecho, Wïlden sale corriendo
con pies ligeros hacia la planta inferior. Puedo oír como golpea la sala de
profesores y un remedo al saludo con el que Arxel nos obliga a presentarnos
cuando llegamos tarde a alguna de sus clases, al tiempo que me incorporo y
asciendo por las escaleras. No puedo evitar reírme al imaginarme la situación,
con la cara de mi amigo asomando por el hueco de la puerta mientras el profesor
Elbuirp reprime las ganas de responderle a Rasmus.
-Lástima
no haberlo conocido antes… La de risas que me he perdido todo este tiempo.-Pienso
mientras llego al rellano de la primera planta.- Los rumores no le hacen justicia: Wïlden es un chico muy divertido, a
su manera.
De pronto, todo se oscurece y algo
tira de mi pelo hacia atrás. Alguien me introduce algo en la boca cuando
intento gritar, ahogando cualquier sonido que intente producir mientras me
inmovilizan los brazos entre dos personas. No sé qué ocurre, me han tapado los
ojos con algún tipo de vendaje y sólo oigo el ruido de pisadas a mí alrededor.
Intento soltarme, pero quienes me
sujetan tienen más fuerza que yo y me arrastran por el suelo impunemente. Oigo
como se abre una puerta cerca de mí, pero al golpear mi mano contra su marco se
desvanece mi fugaz esperanza de que alguien acuda en mi ayuda. Intento
resistirme con más fuerza, pero sólo consigo que mi camisa del uniforme se
desgarre en un punto a la altura de los hombros.
Se abre otra puerta y me obligan a
ponerme de rodillas en el suelo. Estoy aterrada, no puedo reprimir los
temblores que recorren mi cuerpo de pies a cabeza. Entonces, alguien me retira
la mordaza y trato de gritar en esos escasos segundos de liberación… Pero al
instante hunden mi cabeza en un cubo de agua, intentando ahogarme.
Forcejeo, lucho por soltarme mientras
contengo la respiración. Una tercera persona empieza a zarandear mi cabeza bajo
el agua, agarrándome del pelo. Me dejan coger aire, sólo un segundo, y prosigue
la tortura. Una, y otra, y otra vez, hasta que pierdo la cuenta, y dejo de
luchar poco a poco.
Me siento débil, los pulmones me
arden y siento cómo mi conciencia empieza a desvanecerse. Me doy cuenta de que,
a pesar de no haber proferido sonido alguno en todo este tiempo, no he dejado
de llorar ni un momento desde que ha comenzado esta pesadilla… De la que no voy
a poder escapar.
-Wïlden…
Ayúdame…
…
-Buenas tardes, queridos profesores.
¿Me conceden permiso para entrar?
Tanto Arxel como Elbuirp pegan un
respingo al verme asomar la cabeza por la puerta. Adopto un semblante de
sorpresa y arrepentimiento, fingiendo que ignoraba que estuvieran en medio de
una tensa conversación. Noto como el profesor Dosait se relaja al otro lado de
la mesa, donde tiene un pequeño montón de papeles que parecía estar rellenando
cuando ha llegado Arxel. Sonrío para mis adentros al ver que mi estrategia
empieza a surtir efecto.
-¡Wïlden! ¿Se puede saber que haces
aún por aquí, liante?- Mi “querido” profesor de ética parece molesto. Y digo “parece” porque, inexplicablemente,
soy incapaz de captar lo que pueda estar sintiendo, algo que me desconcierta.-
¿No sabes que nunca has de interrumpir una conversación ajena?
-Mil perdones, profesor Rasmus.
Llevaba un rato llamando a la puerta, y como nadie me respondía decidí abrirla
para ver si el profesor Dosait estaba dentro.- Le dedico una mirada suplicante
mientras le muestro los formularios que le he cogido a Kenlish.- Tengo algo que
hablar con usted.
-Bien, pues resulta que ahora…
-El profesor Rasmus ya se iba,
Wïlden, estate tranquilo.- Le lanza una mirada a Arxel que, de haber sido yo
quien tuviera que soportarla, me habría hecho retroceder. Sin embargo, el otro
se la sostiene sin inmutarse.- Largo.
-Está bien, está bien. Ya dejaremos
la crítica de tus estudios sobre la arquitectura cibriense para otra ocasión… -
Me dirige una mirada repentinamente envenenada cuando se dirige a la salida.
Sin embargo, antes de que llegue a traspasarla, alcanzo a oírle soltar un
comentario despectivo hacia Elbuirp.- Científico de segunda…
El portazo de Rasmus me deja con una
situación incómoda entre manos. El profesor Dosait parece estar ahora más
calmado que unos minutos antes, pero su rostro, que refleja tener una edad de
no más de treinta y pocos años élficos, indica que aun podría dar un coletazo
de mal humor si no llevo la conversación con cuidado.
Mientras pienso la manera de
abordarle empiezo a observarle con detenimiento. Físicamente, es la antítesis
absoluta de Rasmus: Elbuirt viste tonos claros frente al gris apático de Arxel,
y su rostro denota una gran cantidad de energía interior, lo que, unido a su
amplitud de espaldas y sus enormes manos, le asemeja a un volcán a punto de
explotar. Su pelo es del color de la paja, y siempre lo lleva peinado hacia
atrás, como queriendo resaltar el color castaño de sus ojos como elemento
principal de su cara. Unos ojos que ahora mismo me evalúan con gesto de
cansancio.
-Entre tú y yo, muchacho, gracias por
cerrarle el pico a Rasmus. Tiene la mala costumbre de meterse a incordiar a
otras personas sin dejar que hablen.
-No ha sido nada, profesor.- Sigue
transmitiendo una pequeña sensación de molestia, pero ya apenas la percibo. Lo
interpreto como una buena señal y decido rodearlo un poco más antes de atacar
con mi propuesta.- ¿De qué va ese estudio que ha publicado, profesor Dosait?
-¿Lo preguntas por curiosidad o estás
intentando camelarme para algo, chico?- Necesito todo mi autocontrol para no
mutar mi expresión en sorpresa cuando escucho esas palabras.- Perdona, no te
ofendas. A ningún alumno le interesa mi materia en esta escuela, y a menos
gente aún mi especialidad académica en estos tiempos.
-¿A qué especialidad se refiere?-
Pregunto intentando que se note un interés sincero en mi voz.
-Soy doctorado en Influencia Entre
Razas, concretamente en la que ha ejercido nuestra civilización sobre los
humanos en Zeravla y lo que ellos nos han aportado a nosotros… Todo ello
basándome en la información de que disponía antes del aislamiento político de
hace unos años… Supongo que recuerdas esa lección, ¿verdad?
Asiento brevemente. Recuerdo muy bien
la primera vez que me contaron esa historia, hará ya dos años. Me sirvió para
comprender, al menos en parte, las razones por las que me acosan en este lugar:
un odio racista e irracional contra alguien cuyo pecado es ser ligeramente
diferente.
-Los estudios cibrienses que he
publicado son el resultado de una larga investigación que realicé durante años
en el Reino de Cibrión, en la zona nororiental del continente zeravliano. Básicamente
está centrado en su arquitectura, la gran población de usuarios de Luz a los
que siguen denominando Dranes y sus manifestaciones de arte… Lo habría acabado
antes, pero al perder mis fuentes primarias de información tras la Guerra de
Aislamiento tuve que recurrir a otras vías…- Sacude la cabeza y agita una mano,
como pidiéndome disculpas.- Lo siento, Wïlden, me he ido por las ramas. ¿Qué
querías de mí?
Me acerco a la mesa y le muestro los formularios de creación del club.
Su expresión apenas cambia mientras va leyendo el texto, pero noto que empieza
a emanar de él una serie de sentimientos encontrados. Cruzo los dedos para que
ganen los que son favorables a mis intereses.
-¿Cómo es que un chico de la clase
1-F quiere fundar un club con la chica talento de la 1-A?- Me mira con
suspicacia, como atisbando algo que no debería estar en mi rostro.- Porque
chico, dudo mucho que a ninguno de los dos le interese particularmente la
geología…
-¡Es que nos interesa! De verdad.-
Noto enseguida que me he precipitado al hablar, porque el rostro de mi profesor
se vuelve aún más escéptico.- Verá…-Necesito soltar algo convincente y digno de
Kenlish para convencerlo y la conversación sobre el Reino de Cibrión me ilumina
el camino. Tanto metafórica como literalmente.- En esta ciudad escuela siempre
estamos viendo lo mismo: losas de piedra, asfalto, cemento y algo de tierra en
el parque y los complejos deportivos… Kenlish y yo tenemos curiosidad por ver
de qué está hecho… Lo que hay ahí abajo, fuera de esta isla flotante. Queremos
saber, por ejemplo, como es el suelo que pisan los humanos en Zeravla.
Elbuirp y yo nos mantenemos una
mirada intensa, mientras me apoyo sobre la mesa para reforzar mi gesto. No soy
capaz de interpretar como se siente, y tampoco me arriesgo a intentar hacerlo,
pues siento que cualquier movimiento por mi parte mientras lo hago podría
desencadenar un desenlace que no me gusta. Finalmente, el profesor exhala un
suspiro.
-No cuela.- Mis manos resbalan y me
doy un golpe en la cabeza contra la mesa.- Vuelve a intentarlo con otro
profesor… Y por cierto, te ha quedado muy natural ese golpe.
-Creo que con estas cosas lo suyo es
preocuparse por la gente, no felicitarla.- Le replico mientras me froto la
frente, sin entender en que he fallado.- ¿Significa eso que no va a apadrinar
nuestro club?
-Exactamente.
-¿Pero por qué? No me ha dado una
razón…
-Tampoco tú me has dado ningún
argumento para que os respalde a ti y a la señorita Kenlish, Wïlden.- Me tiende
de nuevo los papeles, ante mi estupor.- Además, aunque te ha quedado muy bonito
lo del suelo de Zeravla, la Geología no es mi especialidad, por mucho que otra
de mis especialidades sea la Arqueología y puedan hacer buenas migas entre
ellas.
-Pero… Pero… ¡Tiene que ser usted!-
Noto que mi empeño ha logrado despertar su curiosidad, y me aferro a esa posibilidad
como a un clavo ardiendo.- Usted es el único que puede ser nuestro padrino. Los
demás no…
Me quedo helado con la frase en la
boca. Algo frío y aterrador acaba de
golpear mi mente de la misma forma que si me hubieran deslizado un bloque de
hielo por el espinazo. Empiezo a observar a mi alrededor, frenético, buscando
al causante de esa desagradable sensación que estoy sintiendo en el pecho y en
mi cabeza, pero en la sala solo nos encontramos el profesor Dosait y yo.
-¿Te ocurre algo, Wïlden?- Me
pregunta mientras se levanta a medias de su silla.
Yo casi ni le he oído. El frío se ha
hecho más fuerte, y la garra en mi pecho amenaza con asfixiarme. No entiendo
que me está ocurriendo, pero la sensación me es muy familiar. Es algo que he
experimentado muchas veces en los últimos años…Pero nunca de forma tan intensa.
Entonces, caigo en la cuenta de que esa sensación aterradora que me recorre no
es mía… Sino que hay alguien experimentando un miedo tan grande en las
proximidades que mi habilidad la percibe
a pesar de encontrarme razonablemente lejos de la persona en cuestión.
-Creía
que Kenlish y yo éramos los últimos en salir del instituto, aparte del profesor
Dosait y Rasmus…- Jadeo para respirar. La tenaza del pánico no afloja, y
ahora mi propio cuerpo empieza a apremiarme para ir en busca del origen de esta
sensación y ponerle fin a su sufrimiento.- Un
momento… ¿No será? ¡Kenlish!
Salgo corriendo de la sala haciendo
caso omiso a la llamada de Elbuirp, y vuelo por las escaleras hasta el primer
piso. Me detengo frente a la puerta de los baños de las alumnas, de donde
siento que emana la sensación de horror que me ha golpeado en la planta baja
como un martillo. Intento abrir la puerta, pero alguien parece haberle echado
el pestillo así que la aporreo llamando a Kenlish. No oigo ninguna respuesta
verbal, pero al acercar mi oreja a la puerta puedo oír unos sollozos lastimeros
en el interior de los servicios. Mi amiga, está ahí.
-¡No te acerques a la puerta!- Le
grito a la vez que empiezo a embestirla con el hombro. El primer golpe me
duele, y la puerta ni siquiera se ha movido un milímetro. Suelto un grito de
rabia y arremeto otra vez, con idéntico resultado.- ¡Mierda!
Al echar de nuevo un ojo a la cerradura
me doy cuenta de que la llave que usa el conserje para abrir los servicios cada
mañana se ha partido dentro de la misma, obstruyéndola. Lleno de rabia, golpeo
de nuevo la puerta, desesperado por entrar y auxiliar a Kenlish, y en esas
lides me encuentra Elbuirp cuando sube a por mí.
-¿Qué está pasando, Wïlden?- Me
pregunta en un tono serio mientras se acerca hasta mí, con aire preocupado.
-¡Kenlish está ahí dentro! No sé que
le habrá ocurrido, pero he llamado varias veces y no me responde. Además, alguien
ha partido la llave dentro de la cerradura y no hay manera de abrir esta
puerta.- Le contesto mientras hago ademán de volver a golpear la puerta, pero
Elbuirp me detiene antes de llegar a rozar la hoja.
-Si sigues haciendo eso solo
conseguirás hacerte daño. Las puertas del Distrito 16 tienen un refuerzo elemental
que impide que los nuevos usuarios puedan romperlas sin querer al despertar sus
poderes.
-¡¿Y qué hago entonces?!- Estoy tan
angustiado que ya no distingo si la desesperación que siento es la mía propia o
la de Kenlish en el interior.- El instituto ya debe estar vacío debemos de ser
los últimos que queden aquí dentro. Ir a buscar ayuda a la zona sur del
distrito me llevaría como poco quince minutos para ir y al menos otros tantos
para volver. Y eso sin contar lo que me hagan esperar los del equipo de
bomberos para encontrar un ariete con el que derribar esta puerta. ¡No pienso
dejarla sola ahí dentro todo ese tiempo!
-Wïlden…- Elbuirp me aparta de la
puerta con suavidad y me agarra por los hombros.- Tienes que controlarte mejor.
No se nos enseña desde pequeños a controlar nuestras emociones por nada: ante
una situación como ésta debes mantener la cabeza fría y pensar con claridad.
¿Me has entendido? Ahora inspira hondo. Eso es. Cálmate.- Se aparta de mí y me
deja su chaqueta de pana a la vez que se desabrocha un par de botones de su
camisa.- Antes te he dicho que estas puertas están trucadas para que los
novatos no sean capaces de derribarlas… Pero si las enfrentas contra un usuario
veterano, la cosa cambia.
No creo que pueda olvidar jamás lo
que veo a continuación. Elbuirp mide dos pasos de distancia respecto a la
puerta y extiende ambos brazos hacia los lados, trazando un círculo en el aire
mientras respira profundamente. Su mano izquierda se detiene sobre su corazón
mientras su derecha vuelve a alejarse del cuerpo. Entonces, al ladearse, noto
como se levanta una brisa en el pasillo, que va creciendo en intensidad rápidamente
hasta formar un auténtico vendaval. Creo ver una especie de lazos trazando
círculos alrededor de la mano de mi profesor, pero para cuando creo estar
siguiendo el movimiento de uno de ellos, la puerta sale despedida de su marco
al ser golpeada por el elfo.
-Ya ves… Lo que cambia las cosas el
ser capaces de usar tu poder.- Se vuelve hacia mí con el rostro ligeramente
contraído en una mueca. No soy capaz de discernir a que se debe, pues las
emociones de Kenlish ahogan todo lo que pueda sentir de otras personas.- ¿Tú no
tenías prisa, chaval?
Asiento y le tiendo su chaqueta a la
vez que me meto a toda prisa en el baño, parándome una milésima de segundo a
contemplar la puerta recién reventada. Está combada en el punto donde la mano
de Elbuirp la ha golpeado, y alrededor de la marca del puño hay una serie de
rasguños considerables, como si alguien se hubiera dedicado a afilar cuchillos
en la madera.
-Usuario
de Viento, sin duda… Espero que Dragamsel nunca aprenda a controlar así su
poder.
Empiezo a otear el baño, buscando
alguna señal de Kenlish. Veo una puerta abierta al fondo, y los zapatos de mi
amiga tirados por fuera, por lo que me apresuro a llegar hasta allí. Pero al
ver la escena del interior del cubículo siento como mi corazón es apuñalado por
una daga de hielo.
Kenlish está tirada en el suelo,
junto al retrete, hecha un ovillo. Toda su ropa está empapada, y su camisa ha
quedado hecha jirones, revelando unos cortes que, a juzgar por las formas, han
debido ser de arañazos. Sus brazos están cubiertos por unos feos moretones, y
sus puños están tan apretados que gotean sangre de los lugares donde se está
clavando las uñas. Una bufanda roja le tapa los ojos y el nudo está tan bien
hecho que me lleva un par de minutos quitársela. Cuando al fin sostengo a mi
amiga entre mis brazos, se aferra a mí sin parar de temblar y sollozar, aún
presa de un miedo descorazonador.
-Tranquila, Kenlish. Ya estoy aquí,
no tengas miedo.- La aprieto contra mi pecho, intentando ahogar la mezcla de
rabia y dolor que me atraviesa el corazón en estos momentos.- Ya pasó,
tranquila.
-Wïlden… ¿Por qué…? ¿Por qué?- Rompe
a llorar en silencio, sin soltarme la camisa, que se va tiñendo de rojo
conforme la empapan las gotas de sangre que manan de sus manos.- Los odio… Los
odio y me dan miedo... Tengo mucho miedo, Wïlden…
-Lo sé, Kenlish.- Mis ojos se posan
en Elbuirp, que se apoya en la pared del baño junto a la entrada y nos observa
con rostro inescrutable. Pero ahora soy capaz de volver a sentir lo que él, y
sé que la escena que tiene ante sus ojos le está dejando huella.- Lo sé, y juro
por esta sangre que derramas sobre mí que quienes te hayan hecho esto van a
pagarlo caro. No voy a dejar que vuelvan a hacerte daño, no pienso
permitírselo.- Levanto a Kenlish en brazos y la saco cuidadosamente al pasillo
de los baños. Entonces, me detengo ante el profesor Dosait y ambos nos
sostenemos la mirada.- Le agradezco que me haya ayudado antes, profesor. En
otra ocasión seguiremos con la charla donde la dejamos. Hasta entonces… Que
tenga un buen día.
-No es necesario que vuelvas a
preguntarme lo de apadrinar a vuestro club, Wïlden.- Me responde cuando paso
por su lado.- Acepto tu oferta.
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