lunes, 11 de noviembre de 2013

Capítulo 7

La llave se desliza dentro de la cerradura y Kenlish abre la puerta con delicadeza. Me precede al interior de la habitación, con paso titubeante a causa de la oscuridad de la misma. La sujeto por los hombros cuando tropieza con una caja que hay en el suelo, evitando que se golpee contra la pared.

-Cuidado.- Le digo con voz suave, mientras mi amiga recupera el equilibrio.

-Gracias, Wïlden.- Me dedica una tímida sonrisa de agradecimiento y rápidamente se dirige hacia la pared de la entrada, buscando el interruptor de la luz.

El fluorescente del techo parpadea durante unos instantes antes de quedar estático, iluminando la sala principal de nuestro recién adquirido local de clubes. Se trata de una pequeña casa de dos plantas en el extremo sureste de la zona de clubes, prácticamente en la linde de la isla. A su alrededor hay muy pocas casas en uso, y el club en funcionamiento más cercano se encuentra al principio del paseo que conduce al nuestro, por lo que la intimidad que necesitamos para nuestro proyecto está garantizada.

Me acerco hasta el fondo de la habitación y descorro las cortinas, con tan mala suerte que éstas se desprenden del techo y caen sobre mí, provocándome un ataque de tos con la cantidad de polvo que levantan. Kenlish se acerca hasta mí y me ayuda a quitármelas de encima, al mismo tiempo que yo empiezo a reírme sólo.

-Ahora entiendo por qué nadie  se ha adjudicado antes esta casa de clubes: está hecha una pena por dentro.- Le comento a mi amiga a la vez que me sacudo la ropa.

-¿No te has hecho daño?- Se pone en cuclillas para examinarme, preocupada. Percibo enseguida ese sentimiento negativo empezando a adueñarse de ella, y me incorporo rápidamente esbozando una sonrisa tranquilizadora.

-Tranquila, estoy bien. Son sólo unas cortinas, lo peor ha sido la cantidad de polvo que he aspirado sin querer, pero ya me encuentro bien.- Me vuelvo a observar las montañas que cajas que hay apiladas en la sala.- ¿Por qué crees que el profesor Elbuirp ha insistido tanto en que nos hiciéramos con éste local? Casi parece que el segundo piso se apoye más en éstas cajas que en las propias paredes.

Kenlish se incorpora y avanza hasta unas cajas que bloquean una puerta. Abre una de ellas y empieza a hurgar en su interior, revisando los artefactos que contiene con cierta indiferencia.

-No soy capaz de imaginarme lo que pueda estar pensando ese hombre… Tal vez crea que podemos atizarle a alguien con alguno de éstos trastos si sucede algo como lo de hace una semana…

Sus palabras y la indiferencia con que las ha pronunciado se clavan como puñales en mi corazón. Ya ha pasado una semana desde que el profesor Elbuirp y yo derribamos la puerta de los baños del instituto y encontramos a Kenlish semiinconsciente en ellos. La llevamos a la clínica del distrito dieciséis, donde la mantuvieron ingresada toda la noche a causa de unos daños que había sufrido en la garganta durante el ataque, pero a la mañana siguiente ya le habían dado el alta.

En todo éste tiempo, y a pesar de mis múltiples insistencias, se había negado a hablar del incidente incluso con los propios médicos de la clínica. Ignoro si lo ha hecho por orgullo, por miedo o por algún otro motivo.  La de hoy es la primera vez que la oigo referirse a ése día, aunque sea como si de una broma se tratara… Y precisamente eso es lo que me ha dolido: la indiferencia con la que parece tratar el tema en comparación conmigo.

-¿No vas a… Decirme quienes fueron, verdad?- Le pregunto por vigésima vez en la semana, mientras observo como retira unos mechones de pelo de su rostro.

-Ya te he dicho que no llegué a verles, Wïlden. Me cubrieron los ojos nada más atraparme, y los sonidos del baño ahogaban cualquier voz que pudiera haber oído...- No se vuelve a mirarme ni una sola vez, pero no puede engañarme. No a mí, que puedo leer sus emociones como un libro abierto: me está mintiendo y sabe que yo estoy al tanto de ello, pero que lo paso por alto porque no quiero presionarla. Y eso la hace sentirse peor.

-Bueno, ¿Qué se le va a hacer? Si no puedes recordarlo no tiene sentido estar preguntándote todo el rato… Pero si logras hacer memoria, dímelo por favor. ¿Vale?- Adopto el tono más despreocupado que puedo, y a cambio consigo que Kenlish relaje los hombros y se vuelva hacia mí. Me dedica una sonrisa cariñosa antes de mirar un reloj de pulsera que lleva en su mano izquierda.

-¿No deberías estar yendo ya a trabajar, Wïlden?- Me pregunta con cierto aire de reproche.- No podemos permitir que poner a punto la base de operaciones entorpezca tu misión…

-¿Me estás echando?- Finjo estar dolido e indignado con ella por tremenda osadía, logrando que mi amiga se ría por unos momentos.- ¡Que desconsiderada! Con lo que me molesto yo en venir hasta aquí por ser el primer día con el local y ya quieres que me largue…

-Venga tontorrón.- Me obliga a darme la vuelta y empieza a empujarme hacia la salida.- Ya me ayudarás mañana cuando tengas la tarde libre. Pero ahora mismo tu misión es más importante que yo.

Me planta en el umbral de la casa en apenas unos segundos, a pesar de que intento resistirme un poco dejándome caer como un peso muerto hacia ella. Me tranquiliza comprobar que a pesar de los reproches que me dedica por mi poca colaboración se está riendo por dentro. Sin embargo, cuando vuelvo la vista atrás desde el paseo, un mal presentimiento me recorre el espinazo justo antes de que mi compañera cierre la puerta del club.

-Espero que esto sólo sean imaginaciones mías…


Cierro la puerta al ver que Wïlden se dirige ya en dirección al centro del distrito. La única forma de llegar a pie desde la zona norte, donde se encuentran las instalaciones propias del instituto y los alumnos, hasta la sur, donde están la clínica, zona de ocio y demás lugares extraescolares, es atravesando el parque. Le quedan al menos veinte minutos caminando hasta el bar, al paso ligero que suele llevar él.

Suelto un suspiro y encaro de nuevo las gigantescas pilas de cajas que hay en ésta planta de la casa. Seguramente el segundo piso esté igual de abarrotado que éste, y si quiero que el plan entre en la segunda fase cuando Wïlden cumpla con su parte voy a necesitar poner orden en mi propio campo de batalla. Así pues, me recojo el pelo en una coleta y empiezo a clasificar cajas en función del contenido, apilando en un rincón aquellas cosas que considero puedan sernos de utilidad. Las demás, casi la inmensa mayoría, las voy sacando al paseo de clubes de una en una.

El esfuerzo me sienta bien. Mientras mi mente esté ocupada en clasificar y vislumbrar posibles usos de los objetos que voy encontrando, el fantasma que atormenta mis pensamientos desde hace una semana no podrá aparecer. Le mantengo cerrada la puerta con él trabajo físico y mental.

Tras media hora de trabajo, al fin logro dar con algo que despierta mi interés. Una caja alargada de madera, de unas dimensiones que me resultan muy familiares. La llevo hasta una mesita que he despejado en el tiempo que llevo limpiando y quito los pestillos que la mantienen cerrada. Una sensación agridulce me recorre por dentro al vislumbrar el cuerpo de un arco de color negro reposando en el interior acolchado.

-¡Vaya! Después de todo éste tiempo aún me sigue emocionando… - Lo tomo con delicadeza en mi mano izquierda, sopesándolo a la vez que examino el material del que está hecho.

No recuerdo haber visto nunca, en los cinco años que pasé practicando el tiro con arco, uno de éstas características. Es ligero, tanto como los de los principiantes de menor edad, pero compuesto por una sola pieza al estilo de los arcos tradicionales. Las palas apenas se doblan ante la presión que ejerzo con mis manos, y por más que lo examino, no logro encontrar el espacio donde debería encordarse. Es más, tras examinar la caja detenidamente, no logro encontrar cuerda ni flecha alguna. Aparte del arco, la caja está completamente vacía.

-¿De dónde has salido tú, pequeñín?- Me pregunto mientras me alejo de la caja, sin quitarle los ojos de encima al cuerpo de madera que sostengo.

Me invade la nostalgia al recordar mis días en el Club de Tiro con arco, antes de que me cambiasen de curso. Antes de darme cuenta, mi cabeza ha regresado a aquél campo donde practicaba cada tarde mi puntería, y me imagino que ante mí tengo una diana sobre la que hacer blanco. Lentamente, ejecuto el movimiento de calzar la flecha sobre una cuerda invisible, me sitúo en paralelo a mi objetivo y tenso a la vez que apunto. Dejo salir mi proyectil al tiempo que empiezo a reírme a solas, volviendo a la realidad.

-¿Por qué tuvieron que acabar?- Me apoyo contra una de las paredes de la casa, y observo mi reflejo en un espejo que hay al otro lado de la habitación.- Aquellos días que ya no volverán. Terminaron y aquí he quedado yo, destrozada, buscando la felicidad que me robaron de ese entonces. Ojalá pudiera volver atrás, hacer las cosas que no pude o no me atreví a hacer, por miedo o por vergüenza, para enmendar mis errores… Tal vez, de no haber destacado tanto, no sería tan desgraciada…

Veo una lágrima corriendo por la mejilla de mi reflejo. Me dejó caer hasta quedar sentada en el suelo y me seco la cara con el dorso de la manga de mi camisa. Mi frágil coraza mental se acaba de romper, y sé que hoy ya no podré seguir con lo que estaba haciendo.

-Maldita sea… ¿Cuándo me he vuelto tan sensiblera…?

El sonido de un cristal al romperse frente a mí me saca de mi autocompasión. El espejo que había estado observando segundos antes acaba de hacerse añicos, y sus cristales yacen ahora esparcidos al otro lado de la habitación. En el marco brilla, de forma casi imperceptible, una varilla fina y alargada que se va apagando lentamente ante mi atónita mirada.

-¿De dónde ha salido eso?


-¡Buen trabajo hoy, Wïlden!- Me comenta el propietario del local cuando se ha ido el último cliente, pasada la hora de cierre.

Suelto la fregona en el cubo, exhausto. He pasado los últimos veinte minutos de mi jornada fregando baños, la cocina y parte de la planta baja del bar, pero creo que ha merecido la pena. He logrado escuchar mucho de lo que necesitaba Kenlish para la fase dos de la operación, por lo que cuando me vuelvo hacia mi jefe lo hago con una sonrisa victoriosa en el rostro.

-Muchas gracias, jefe. Intento hacerlo lo mejor que puedo.- Me acerco hacia la barra, donde mi superior, un hombre entre los treinta y los cuarenta años élficos y con aspecto fornido, acaba de depositar mi paga de la semana.

-Oye, me han comentado algunos profesores que has abierto un nuevo club en el campus… ¿entraste a trabajar aquí para conseguir fondos extra, por casualidad?- Me pregunta con curiosidad cuando recojo los créditos.

-Más o menos. El instituto sólo nos dota de lo más básico para el funcionamiento, y si necesitásemos algo de forma urgente tendríamos que esperar demasiado a que ellos nos lo proporcionaran. Con estos fondos extras podríamos conseguirlo en mucho menos tiempo, así que son algo similar a un método de emergencia.- No deja de ser mentira lo que he dicho, pero se acerca bastante a la realidad.

-Bueno, pues espero que no dejes de venir por aquí cuando tengas créditos suficientes… Rara vez consigo encontrar a un empleado tan dedicado como tú.

Recojo el cubo y la fregona, riendo tras el comentario. En cuestión de cinco minutos, ya hemos adecentado todo el local y me despido hasta el día siguiente, mientras él echa el cierre. El aire de la noche me acaricia el rostro, provocándome un escalofrío por todo el cuerpo. Me enfundo la chaqueta de mi uniforme y avanzo en dirección al parque central del distrito, mientras los edificios desfilan a mi alrededor.

Al pasar junto al edificio de la clínica del distrito 16 vuelvo a sentir un escalofrío, a la vez que una sensación amenazante empieza a despertar mi sexto sentido. Me detengo junto a una fuente que hay frente a la entrada sur del parque, observando el camino que he venido siguiendo desde que salí del trabajo. Sin embargo, toda la zona está desierta, a excepción de un par de personas de la clínica que han salido a fumar junto a la fuente. Ninguno de ellos me transmite malas intenciones.

-Extraño… ¿Será mi subconsciente?- Empiezo a andar de nuevo, adentrándome en el parque y acelerando el paso.-Nunca había pasado tanto tiempo sin incidentes… Quizás me esté volviendo paranoico.

Un par de minutos más tarde alcanzo una de las múltiples encrucijadas que hay diseminadas por el parque, una de las pocas cuya red de iluminación se encuentra en mantenimiento en esos momentos. La luz de la luna a duras penas alcanza para qué distinga los contornos de mis brazos y piernas. El lugar es idóneo para tender una emboscada a estas horas de la noche, y ese pensamiento hace que se me acelere el corazón, a la vez que me pongo en tensión involuntariamente.

Una sensación de ansiedad me recorre la espalda, paralizándome las piernas. Me parece percibir que algo se mueve entre los árboles en los márgenes del camino, acercándose a mí lentamente. Mantengo un ojo pendiente de esa figura borrosa que avanza a gachas, mientras mi habilidad especial me rebela la presencia de varias personas más que avanzan hacia mí tratando de encerrarme en un círculo casi perfecto. Sólo hay un hueco por el que no parece acercarse nadie: justo a mi espalda, por el sendero que he recorrido para llegar hasta aquí.

Ordeno a mis piernas que se muevan y me doy la vuelta rápida y sigilosamente, recorriendo varios metros en apenas un par de zancadas, pero un objeto metálico me golpea de lleno en la cara surgiendo de la oscuridad. Caigo al suelo, aturdido por el golpe, notando como la sangre empieza a brotar de mi nariz rota. Mis ojos perciben la silueta de otra persona que sostiene aún la barra de metal con la que acaba de golpearme, pero inexplicablemente no he sido capaz de ubicarle con mi habilidad momentos antes.

De pronto, el miedo se apodera de mí al observar esa figura tenebrosa. Algo en él, que soy incapaz de distinguir, me paraliza cuerpo y mente con esa sensación gélida. Soy incapaz siquiera de levantar los brazos para protegerme cuando alza de nuevo su arma y empieza a golpearme con ella, mientras el resto de presentes se abalanzan sobre mí también como aves carroñeras. Soy capaz de sentir su emoción primitiva junto con mi propio miedo  y dolor.

Una barra alcanza una de mis rodillas, arrancándome un aullido de dolor al sentir como el hueso se rompe tras el golpe. Se deleitan haciéndome sangrar con algo afilado, y destrozando mis extremidades una tras otra. Me siento impotente, soy incapaz de hacer nada para evitar sus agresiones y por primera vez… Tengo miedo de morir.

Y entonces, sin siquiera haberlo podido ver venir, uno de los golpes va directamente hasta mi nuca… Y todo se tiñe de rojo. Ya no hay dolor. Ya no hay nada. Me he adentrado en el vacío.


-El señor Culdock ha llegado, excelencia.- Anunció su secretario a través del interfono de su despacho.

-Hazle pasar.

Segundos más tarde, Miav Culdock entraba con aire de hastío en el despacho. Se dirigió con su parsimonia habitual hacia el enorme escritorio de madera noble que había al otro lado de la habitación, junto a los enormes ventanales que dejaban entrever el magnífico paisaje urbano de la ciudad flotante de Eylissia. Ni siquiera prestó atención a los nuevos ejemplares que ocupaban las estanterías a ambos flancos de la habitación, muchos de los cuales no se encontraban allí la última vez que le llamaron a ese lugar.

 -¿Sabes que me estás haciendo perder un tiempo valiosísimo que podría estar empleando en perfeccionar mis teorías sobre la evolución de…?-Comenzó a decir Miav al tiempo que se sentaba en una de las enormes butacas frente al escritorio.

-Si, Miav, lo sé. Una teoría en la que llevas enfrascado desde que lograste tu doctorado y que no ha avanzado un paso desde hace 35 años- Lo cortó la voz de quien lo había citado, cuyo sillón se encontraba de espaldas al recién llegado, observando hacia el exterior.- Y sí, sé que consideras que éste tipo de reuniones son una pérdida de tiempo para ti. Te conozco mejor de lo que piensas, amigo mío.

-Pues si así son las cosas, ¿para qué me haces desplazarme cientos de kilómetros para venir a verte? Lo que sea que quisieras podrías habérmelo dicho por carta o por conversación telefó…

-Miav, no seas ingenuo. Sabes que nuestra organización y Solenopsis están en una guerra fría desde hace muchos años. Si fuera un asunto normal no me importaría comunicártelo por esas vías, pero esto… No lo es. Hoy te he llamado para asignarte la tarea con la que pagarás tu ingreso en nuestras filas.

El señor Culdock enarcó una ceja, cogido por sorpresa. Cruzó las manos sobre el escritorio y fijó la atención en el respaldo del enorme asiento de su interlocutor.

-Le escucho…

-Hace unos meses, uno de nuestros agentes en la Ciudad Escuela de Zeblorg informó de un considerable incremento de la actividad de Solenopsis en la institución. Concretamente, en el sector 16, parecen estar fomentando la creación de una filial de estudiantes afectos a sus ideales…

-Es preocupante, sin duda. Que empiecen a captar nuevos miembros desde esas edades puede decantar a su favor la situación política del país en los próximos años… Por no hablar que es algo ilegal…- Comentó Miav mientras volvía a recostarse contra su butaca.- ¿Quieres que…?

-No he terminado, amigo mío.- Le interrumpió de nuevo su líder.- La creación de este tipo de “bandas”, porque no se me ocurre otro calificativo para las actividades que vienen realizando, es claramente una violación de la Ley de Partidos Politicos, junto con algunos preceptos penales que me ocurren ahora mismo. A estos chavales se les pueden atribuir a día de hoy más de una docena de agresiones y actos de acoso y amenazas contra otros estudiantes, generalmente objetivos que sus superiores de Solenopsis les designan previamente. Tienes todos los detalles al respecto en el informe que tienes a tu izquierda.

Miav se acercó una carpeta de color piel que tenía en la mesa ante sí. Empezó a examinar el informe con curiosidad: incluía una lista de los agentes de Solenopsis ya identificados con presencia en la ciudad escuela, junto con fotografías y análisis de perfil de los estudiantes sospechosos de integrar la organización juvenil, así como los informes relativos a los delitos que se habrían cometido instados por los primeros.

-“Operación limpieza de sangre”… ¿Me estás diciendo que están yendo a por los estudiantes semielfos?

-Eso al menos es lo que se infiere del nombre con el que han denominado a ésta operación. Nuestro agente en la ciudad ha espiado algunas de las reuniones secretas de los agentes de Solenopsis y así dice que se refirieron al tema.

-Esto ya es muy preocupante…no, vomitivo.

-Tienes toda la razón. Hay que pararles los pies cuanto antes, y por eso quiero pedirte que vayas al distrito 16 de Zeblorg e investigues todo lo posible para poder solicitar cargos penales a los responsables.

-Soy físico teórico, pero sobre todo un erudito, no un espía. Estoy seguro que dentro de la organización tienes personal altamente cualificado para esta labor…

-Para esa sola tarea, tal vez si. Sin embargo, aparte de esta misión de espionaje, para la que contaras con la ayuda de nuestro agente ya instalado, hay algo más que sólo TÚ puedes hacer.- Miav permaneció en silencio. Sus ojos se movieron inconscientemente hacia la otra carpeta, de color verde, que había sobre el escritorio.- La otra carpeta que tienes ante ti contiene la información de un sujeto especial al que mantenemos bajo vigilancia desde hace años. Solenopsis le ha marcado como objetivo de sus actividades recientemente, y eso nos preocupa seriamente. Tu misión, es asegurarte de llevártelo contigo al acabar el curso.

-Así que un… ¿Estudiante VIP?- Comentó Miav mientras alargaba la mano para coger la carpeta.- ¿Qué tiene de especial para que le estemos vigilando?


-Ese VIP será mi sucesor, Miav.- El señor Culdock dejó caer la carpeta al suelo. Alzó la vista lentamente, hasta dar con los ojos de su interlocutor, que por fin se había dado la vuelta.- Y cuando llegue ese día, será él quien aclare el incidente que nos llevó a invadir Zeravla… Y a casi exterminar a toda la raza humana.

1 comentario:

  1. hola buenas tardes, me encanta el capìtulo, es interesante y te deja los pelos de punta.
    Felicitaciones.

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