La llave se desliza dentro de la cerradura y Kenlish abre la puerta con
delicadeza. Me precede al interior de la habitación, con paso titubeante a
causa de la oscuridad de la misma. La sujeto por los hombros cuando tropieza
con una caja que hay en el suelo, evitando que se golpee contra la pared.
-Cuidado.- Le digo con voz suave, mientras mi amiga recupera el equilibrio.
-Gracias, Wïlden.- Me dedica una tímida sonrisa de agradecimiento y
rápidamente se dirige hacia la pared de la entrada, buscando el interruptor de
la luz.
El fluorescente del techo parpadea durante unos instantes antes de quedar
estático, iluminando la sala principal de nuestro recién adquirido local de
clubes. Se trata de una pequeña casa de dos plantas en el extremo sureste de la
zona de clubes, prácticamente en la linde de la isla. A su alrededor hay muy
pocas casas en uso, y el club en funcionamiento más cercano se encuentra al
principio del paseo que conduce al nuestro, por lo que la intimidad que
necesitamos para nuestro proyecto está garantizada.
Me acerco hasta el fondo de la habitación y descorro las cortinas, con tan
mala suerte que éstas se desprenden del techo y caen sobre mí, provocándome un
ataque de tos con la cantidad de polvo que levantan. Kenlish se acerca hasta mí
y me ayuda a quitármelas de encima, al mismo tiempo que yo empiezo a reírme
sólo.
-Ahora entiendo por qué nadie se ha adjudicado antes esta casa de
clubes: está hecha una pena por dentro.- Le comento a mi amiga a la vez que me
sacudo la ropa.
-¿No te has hecho daño?- Se pone en cuclillas para examinarme, preocupada.
Percibo enseguida ese sentimiento negativo empezando a adueñarse de ella, y me
incorporo rápidamente esbozando una sonrisa tranquilizadora.
-Tranquila, estoy bien. Son sólo unas cortinas, lo peor ha sido la cantidad
de polvo que he aspirado sin querer, pero ya me encuentro bien.- Me vuelvo a
observar las montañas que cajas que hay apiladas en la sala.- ¿Por qué crees
que el profesor Elbuirp ha insistido tanto en que nos hiciéramos con éste local?
Casi parece que el segundo piso se apoye más en éstas cajas que en las propias
paredes.
Kenlish se incorpora y avanza hasta unas cajas que bloquean una puerta.
Abre una de ellas y empieza a hurgar en su interior, revisando los artefactos
que contiene con cierta indiferencia.
-No soy capaz de imaginarme lo que pueda estar pensando ese hombre… Tal vez
crea que podemos atizarle a alguien con alguno de éstos trastos si sucede algo
como lo de hace una semana…
Sus palabras y la indiferencia con que las ha pronunciado se clavan como
puñales en mi corazón. Ya ha pasado una semana desde que el profesor Elbuirp y
yo derribamos la puerta de los baños del instituto y encontramos a Kenlish
semiinconsciente en ellos. La llevamos a la clínica del distrito dieciséis, donde
la mantuvieron ingresada toda la noche a causa de unos daños que había sufrido
en la garganta durante el ataque, pero a la mañana siguiente ya le habían dado
el alta.
En todo éste tiempo, y a pesar de mis múltiples insistencias, se había
negado a hablar del incidente incluso con los propios médicos de la clínica.
Ignoro si lo ha hecho por orgullo, por miedo o por algún otro motivo. La de hoy es la primera vez que la oigo
referirse a ése día, aunque sea como si de una broma se tratara… Y precisamente
eso es lo que me ha dolido: la indiferencia con la que parece tratar el tema en
comparación conmigo.
-¿No vas a… Decirme quienes fueron, verdad?- Le pregunto por vigésima vez
en la semana, mientras observo como retira unos mechones de pelo de su rostro.
-Ya te he dicho que no llegué a verles, Wïlden. Me cubrieron los ojos nada
más atraparme, y los sonidos del baño ahogaban cualquier voz que pudiera haber
oído...- No se vuelve a mirarme ni una sola vez, pero no puede engañarme. No a
mí, que puedo leer sus emociones como un libro abierto: me está mintiendo y
sabe que yo estoy al tanto de ello, pero que lo paso por alto porque no quiero
presionarla. Y eso la hace sentirse peor.
-Bueno, ¿Qué se le va a hacer? Si no puedes recordarlo no tiene sentido
estar preguntándote todo el rato… Pero si logras hacer memoria, dímelo por
favor. ¿Vale?- Adopto el tono más despreocupado que puedo, y a cambio consigo
que Kenlish relaje los hombros y se vuelva hacia mí. Me dedica una sonrisa
cariñosa antes de mirar un reloj de pulsera que lleva en su mano izquierda.
-¿No deberías estar yendo ya a trabajar, Wïlden?- Me pregunta con cierto
aire de reproche.- No podemos permitir que poner a punto la base de operaciones
entorpezca tu misión…
-¿Me estás echando?- Finjo estar dolido e indignado con ella por tremenda
osadía, logrando que mi amiga se ría por unos momentos.- ¡Que desconsiderada!
Con lo que me molesto yo en venir hasta aquí por ser el primer día con el local
y ya quieres que me largue…
-Venga tontorrón.- Me obliga a darme la vuelta y empieza a empujarme hacia
la salida.- Ya me ayudarás mañana cuando tengas la tarde libre. Pero ahora
mismo tu misión es más importante que yo.
Me planta en el umbral de la casa en apenas unos segundos, a pesar de que
intento resistirme un poco dejándome caer como un peso muerto hacia ella. Me
tranquiliza comprobar que a pesar de los reproches que me dedica por mi poca
colaboración se está riendo por dentro. Sin embargo, cuando vuelvo la vista
atrás desde el paseo, un mal presentimiento me recorre el espinazo justo antes
de que mi compañera cierre la puerta del club.
-Espero que esto sólo sean
imaginaciones mías…
…
Cierro la puerta al ver que Wïlden se dirige ya en dirección al centro del
distrito. La única forma de llegar a pie desde la zona norte, donde se
encuentran las instalaciones propias del instituto y los alumnos, hasta la sur,
donde están la clínica, zona de ocio y demás lugares extraescolares, es
atravesando el parque. Le quedan al menos veinte minutos caminando hasta el
bar, al paso ligero que suele llevar él.
Suelto un suspiro y encaro de nuevo las gigantescas pilas de cajas que hay
en ésta planta de la casa. Seguramente el segundo piso esté igual de abarrotado
que éste, y si quiero que el plan entre en la segunda fase cuando Wïlden cumpla
con su parte voy a necesitar poner orden en mi propio campo de batalla. Así
pues, me recojo el pelo en una coleta y empiezo a clasificar cajas en función
del contenido, apilando en un rincón aquellas cosas que considero puedan sernos
de utilidad. Las demás, casi la inmensa mayoría, las voy sacando al paseo de
clubes de una en una.
El esfuerzo me sienta bien. Mientras mi mente esté ocupada en clasificar y
vislumbrar posibles usos de los objetos que voy encontrando, el fantasma que
atormenta mis pensamientos desde hace una semana no podrá aparecer. Le mantengo
cerrada la puerta con él trabajo físico y mental.
Tras media hora de trabajo, al fin logro dar con algo que despierta mi
interés. Una caja alargada de madera, de unas dimensiones que me resultan muy
familiares. La llevo hasta una mesita que he despejado en el tiempo que llevo
limpiando y quito los pestillos que la mantienen cerrada. Una sensación
agridulce me recorre por dentro al vislumbrar el cuerpo de un arco de color
negro reposando en el interior acolchado.
-¡Vaya! Después de todo éste tiempo
aún me sigue emocionando… - Lo tomo con delicadeza en mi mano izquierda,
sopesándolo a la vez que examino el material del que está hecho.
No recuerdo haber visto nunca, en los cinco años que pasé practicando el
tiro con arco, uno de éstas características. Es ligero, tanto como los de los
principiantes de menor edad, pero compuesto por una sola pieza al estilo de los
arcos tradicionales. Las palas apenas se doblan ante la presión que ejerzo con
mis manos, y por más que lo examino, no logro encontrar el espacio donde
debería encordarse. Es más, tras examinar la caja detenidamente, no logro
encontrar cuerda ni flecha alguna. Aparte del arco, la caja está completamente
vacía.
-¿De dónde has salido tú, pequeñín?- Me
pregunto mientras me alejo de la caja, sin quitarle los ojos de encima al
cuerpo de madera que sostengo.
Me invade la nostalgia al recordar mis días en el Club de Tiro con arco,
antes de que me cambiasen de curso. Antes de darme cuenta, mi cabeza ha
regresado a aquél campo donde practicaba cada tarde mi puntería, y me imagino
que ante mí tengo una diana sobre la que hacer blanco. Lentamente, ejecuto el
movimiento de calzar la flecha sobre una cuerda invisible, me sitúo en paralelo
a mi objetivo y tenso a la vez que apunto. Dejo salir mi proyectil al tiempo
que empiezo a reírme a solas, volviendo a la realidad.
-¿Por qué tuvieron que acabar?-
Me apoyo contra una de las paredes de la casa, y observo mi reflejo en un
espejo que hay al otro lado de la habitación.- Aquellos días que ya no volverán. Terminaron y aquí he quedado yo,
destrozada, buscando la felicidad que me robaron de ese entonces. Ojalá pudiera
volver atrás, hacer las cosas que no pude o no me atreví a hacer, por miedo o
por vergüenza, para enmendar mis errores… Tal vez, de no haber destacado tanto,
no sería tan desgraciada…
Veo una lágrima corriendo por la mejilla de mi reflejo. Me dejó caer hasta
quedar sentada en el suelo y me seco la cara con el dorso de la manga de mi
camisa. Mi frágil coraza mental se acaba de romper, y sé que hoy ya no podré
seguir con lo que estaba haciendo.
-Maldita sea… ¿Cuándo me he vuelto
tan sensiblera…?
El sonido de un cristal al romperse frente a mí me saca de mi
autocompasión. El espejo que había estado observando segundos antes acaba de
hacerse añicos, y sus cristales yacen ahora esparcidos al otro lado de la
habitación. En el marco brilla, de forma casi imperceptible, una varilla fina y
alargada que se va apagando lentamente ante mi atónita mirada.
-¿De dónde ha salido eso?
…
-¡Buen trabajo hoy, Wïlden!- Me comenta el propietario del local cuando se
ha ido el último cliente, pasada la hora de cierre.
Suelto la fregona en el cubo, exhausto. He pasado los últimos veinte
minutos de mi jornada fregando baños, la cocina y parte de la planta baja del
bar, pero creo que ha merecido la pena. He logrado escuchar mucho de lo que
necesitaba Kenlish para la fase dos de la operación, por lo que cuando me
vuelvo hacia mi jefe lo hago con una sonrisa victoriosa en el rostro.
-Muchas gracias, jefe. Intento hacerlo lo mejor que puedo.- Me acerco hacia
la barra, donde mi superior, un hombre entre los treinta y los cuarenta años
élficos y con aspecto fornido, acaba de depositar mi paga de la semana.
-Oye, me han comentado algunos profesores que has abierto un nuevo club en
el campus… ¿entraste a trabajar aquí para conseguir fondos extra, por
casualidad?- Me pregunta con curiosidad cuando recojo los créditos.
-Más o menos. El instituto sólo nos dota de lo más básico para el
funcionamiento, y si necesitásemos algo de forma urgente tendríamos que esperar
demasiado a que ellos nos lo proporcionaran. Con estos fondos extras podríamos
conseguirlo en mucho menos tiempo, así que son algo similar a un método de
emergencia.- No deja de ser mentira lo que he dicho, pero se acerca bastante a
la realidad.
-Bueno, pues espero que no dejes de venir por aquí cuando tengas créditos
suficientes… Rara vez consigo encontrar a un empleado tan dedicado como tú.
Recojo el cubo y la fregona, riendo tras el comentario. En cuestión de
cinco minutos, ya hemos adecentado todo el local y me despido hasta el día
siguiente, mientras él echa el cierre. El aire de la noche me acaricia el
rostro, provocándome un escalofrío por todo el cuerpo. Me enfundo la chaqueta de
mi uniforme y avanzo en dirección al parque central del distrito, mientras los
edificios desfilan a mi alrededor.
Al pasar junto al edificio de la clínica del distrito 16 vuelvo a sentir un
escalofrío, a la vez que una sensación amenazante empieza a despertar mi sexto
sentido. Me detengo junto a una fuente que hay frente a la entrada sur del
parque, observando el camino que he venido siguiendo desde que salí del
trabajo. Sin embargo, toda la zona está desierta, a excepción de un par de
personas de la clínica que han salido a fumar junto a la fuente. Ninguno de
ellos me transmite malas intenciones.
-Extraño… ¿Será mi subconsciente?-
Empiezo a andar de nuevo, adentrándome en el parque y acelerando el paso.-Nunca había pasado tanto tiempo sin
incidentes… Quizás me esté volviendo paranoico.
Un par de minutos más tarde alcanzo una de las múltiples encrucijadas que
hay diseminadas por el parque, una de las pocas cuya red de iluminación se
encuentra en mantenimiento en esos momentos. La luz de la luna a duras penas
alcanza para qué distinga los contornos de mis brazos y piernas. El lugar es
idóneo para tender una emboscada a estas horas de la noche, y ese pensamiento
hace que se me acelere el corazón, a la vez que me pongo en tensión
involuntariamente.
Una sensación de ansiedad me recorre la espalda, paralizándome las piernas.
Me parece percibir que algo se mueve entre los árboles en los márgenes del
camino, acercándose a mí lentamente. Mantengo un ojo pendiente de esa figura
borrosa que avanza a gachas, mientras mi habilidad especial me rebela la
presencia de varias personas más que avanzan hacia mí tratando de encerrarme en
un círculo casi perfecto. Sólo hay un hueco por el que no parece acercarse
nadie: justo a mi espalda, por el sendero que he recorrido para llegar hasta
aquí.
Ordeno a mis piernas que se muevan y me doy la vuelta rápida y
sigilosamente, recorriendo varios metros en apenas un par de zancadas, pero un
objeto metálico me golpea de lleno en la cara surgiendo de la oscuridad. Caigo
al suelo, aturdido por el golpe, notando como la sangre empieza a brotar de mi
nariz rota. Mis ojos perciben la silueta de otra persona que sostiene aún la
barra de metal con la que acaba de golpearme, pero inexplicablemente no he sido
capaz de ubicarle con mi habilidad momentos antes.
De pronto, el miedo se apodera de mí al observar esa figura tenebrosa. Algo
en él, que soy incapaz de distinguir, me paraliza cuerpo y mente con esa
sensación gélida. Soy incapaz siquiera de levantar los brazos para protegerme
cuando alza de nuevo su arma y empieza a golpearme con ella, mientras el resto
de presentes se abalanzan sobre mí también como aves carroñeras. Soy capaz de
sentir su emoción primitiva junto con mi propio miedo y dolor.
Una barra alcanza una de mis rodillas, arrancándome un aullido de dolor al
sentir como el hueso se rompe tras el golpe. Se deleitan haciéndome sangrar con
algo afilado, y destrozando mis extremidades una tras otra. Me siento
impotente, soy incapaz de hacer nada para evitar sus agresiones y por primera
vez… Tengo miedo de morir.
Y entonces, sin siquiera haberlo podido ver venir, uno de los golpes va
directamente hasta mi nuca… Y todo se tiñe de rojo. Ya no hay dolor. Ya no hay
nada. Me he adentrado en el vacío.
…
-El señor Culdock ha llegado, excelencia.- Anunció su secretario a través
del interfono de su despacho.
-Hazle pasar.
Segundos más tarde, Miav Culdock entraba con aire de hastío en el despacho.
Se dirigió con su parsimonia habitual hacia el enorme escritorio de madera noble
que había al otro lado de la habitación, junto a los enormes ventanales que
dejaban entrever el magnífico paisaje urbano de la ciudad flotante de Eylissia.
Ni siquiera prestó atención a los nuevos ejemplares que ocupaban las
estanterías a ambos flancos de la habitación, muchos de los cuales no se
encontraban allí la última vez que le llamaron a ese lugar.
-¿Sabes que me estás haciendo perder
un tiempo valiosísimo que podría estar empleando en perfeccionar mis teorías
sobre la evolución de…?-Comenzó a decir Miav al tiempo que se sentaba en una de
las enormes butacas frente al escritorio.
-Si, Miav, lo sé. Una teoría en la que llevas enfrascado desde que lograste
tu doctorado y que no ha avanzado un paso desde hace 35 años- Lo cortó la voz
de quien lo había citado, cuyo sillón se encontraba de espaldas al recién
llegado, observando hacia el exterior.- Y sí, sé que consideras que éste tipo
de reuniones son una pérdida de tiempo para ti. Te conozco mejor de lo que
piensas, amigo mío.
-Pues si así son las cosas, ¿para qué me haces desplazarme cientos de
kilómetros para venir a verte? Lo que sea que quisieras podrías habérmelo dicho
por carta o por conversación telefó…
-Miav, no seas ingenuo. Sabes que nuestra organización y Solenopsis están
en una guerra fría desde hace muchos años. Si fuera un asunto normal no me
importaría comunicártelo por esas vías, pero esto… No lo es. Hoy te he llamado
para asignarte la tarea con la que pagarás tu ingreso en nuestras filas.
El señor Culdock enarcó una ceja, cogido por sorpresa. Cruzó las manos
sobre el escritorio y fijó la atención en el respaldo del enorme asiento de su
interlocutor.
-Le escucho…
-Hace unos meses, uno de nuestros agentes en la Ciudad Escuela de Zeblorg
informó de un considerable incremento de la actividad de Solenopsis en la
institución. Concretamente, en el sector 16, parecen estar fomentando la
creación de una filial de estudiantes afectos a sus ideales…
-Es preocupante, sin duda. Que empiecen a captar nuevos miembros desde esas
edades puede decantar a su favor la situación política del país en los próximos
años… Por no hablar que es algo ilegal…- Comentó Miav mientras volvía a
recostarse contra su butaca.- ¿Quieres que…?
-No he terminado, amigo mío.- Le interrumpió de nuevo su líder.- La
creación de este tipo de “bandas”, porque no se me ocurre otro calificativo
para las actividades que vienen realizando, es claramente una violación de la
Ley de Partidos Politicos, junto con algunos preceptos penales que me ocurren
ahora mismo. A estos chavales se les pueden atribuir a día de hoy más de una
docena de agresiones y actos de acoso y amenazas contra otros estudiantes,
generalmente objetivos que sus superiores de Solenopsis les designan
previamente. Tienes todos los detalles al respecto en el informe que tienes a
tu izquierda.
Miav se acercó una carpeta de color piel que tenía en la mesa ante sí.
Empezó a examinar el informe con curiosidad: incluía una lista de los agentes
de Solenopsis ya identificados con presencia en la ciudad escuela, junto con
fotografías y análisis de perfil de los estudiantes sospechosos de integrar la
organización juvenil, así como los informes relativos a los delitos que se
habrían cometido instados por los primeros.
-“Operación limpieza de sangre”… ¿Me estás diciendo que están yendo a por
los estudiantes semielfos?
-Eso al menos es lo que se infiere del nombre con el que han denominado a
ésta operación. Nuestro agente en la ciudad ha espiado algunas de las reuniones
secretas de los agentes de Solenopsis y así dice que se refirieron al tema.
-Esto ya es muy preocupante…no, vomitivo.
-Tienes toda la razón. Hay que pararles los pies cuanto antes, y por eso
quiero pedirte que vayas al distrito 16 de Zeblorg e investigues todo lo
posible para poder solicitar cargos penales a los responsables.
-Soy físico teórico, pero sobre todo un erudito, no un espía. Estoy seguro
que dentro de la organización tienes personal altamente cualificado para esta
labor…
-Para esa sola tarea, tal vez si. Sin embargo, aparte de esta misión de
espionaje, para la que contaras con la ayuda de nuestro agente ya instalado,
hay algo más que sólo TÚ puedes hacer.- Miav permaneció en silencio. Sus ojos
se movieron inconscientemente hacia la otra carpeta, de color verde, que había
sobre el escritorio.- La otra carpeta que tienes ante ti contiene la
información de un sujeto especial al que mantenemos bajo vigilancia desde hace
años. Solenopsis le ha marcado como objetivo de sus actividades recientemente,
y eso nos preocupa seriamente. Tu misión, es asegurarte de llevártelo contigo
al acabar el curso.
-Así que un… ¿Estudiante VIP?- Comentó Miav mientras alargaba la mano para
coger la carpeta.- ¿Qué tiene de especial para que le estemos vigilando?
-Ese VIP será mi sucesor, Miav.- El señor Culdock dejó caer la carpeta al
suelo. Alzó la vista lentamente, hasta dar con los ojos de su interlocutor, que
por fin se había dado la vuelta.- Y cuando llegue ese día, será él quien aclare
el incidente que nos llevó a invadir Zeravla… Y a casi exterminar a toda la
raza humana.
hola buenas tardes, me encanta el capìtulo, es interesante y te deja los pelos de punta.
ResponderEliminarFelicitaciones.