"En el vacío"
Entrar en el
vacío… Morir, tiene su parte positiva: ya no siento dolor. Ni miedo. No siento
nada. Noto mi mente despejada, extrañamente lúcida. La sensación de ingravidez,
de sentirme flotar en medio de éste espacio… ¿Blanco, puede ser? No, negro… Da
igual. Percibo todo a mí alrededor en una escala de grises en constante cambio,
si es que a esto puedo llamarle percepción.
¿Cuánto tiempo
habrá pasado desde que llegué aquí? ¿Minutos, horas, días? ¿Tal vez años? No
tengo ninguna referencia, ni siquiera el sonido de mi respiración o los latidos
del corazón para calcularlo. Estoy fuera del espacio y del tiempo. Existo en
otra realidad ajena a esos dos conceptos y a toda emoción.
-Me pregunto si Kenlish me echará de menos
ahora que ya no podré estar con ella… Pobre chica. Con todo lo que ha sufrido y
ya no podré… Un momento. ¿Por qué tengo estos pensamientos? ¿Por qué siento
pena por ella si se supone que estoy muerto?
En cuanto tomo
conciencia, noto un cambio en mi realidad. Unas volutas blancas empiezan a
moverse a mí alrededor, como nubes mecidas por el viento. Puedo dirigir mi
vista a voluntad, ya no estoy condenado a mirar fijamente hacia la inmensidad,
pues empiezo a notar que vuelvo a tener brazos y piernas que responden a mis
deseos. Mi mente ha generado un cuerpo nuevo, un cuerpo en el que late un
corazón, que respira y siente como el que tenía estando vivo.
Muevo los
dedos de mis manos, maravillado. Me siento estupendo, muy vivo a pesar de que
todo cuanto me rodea sigue haciéndome entender que estoy muerto. Ni siquiera me
preocupa el hecho de estar desnudo en este lugar. No siento frío ni calor, ni
tan siquiera la sustancia similar a la nieve que ha comenzado a materializarse
a mis pies.
Poco a poco,
mi visión empieza a captar los contornos de unas gigantescas montañas que se
extienden a mis pies. Entre los inmensos picos fluye un torrente incesante de
nubes algodonadas, sorteando frenéticamente las cordilleras. Sobre mi cabeza,
veo el movimiento del universo, la alternancia del día y la noche, la aparición
y desaparición de lunas que jamás había visto en vida… Es un espectáculo
maravilloso, lo más hermoso que haya visto alguna vez…
Siento ganas
de compartirlo con alguien, mas la triste realidad de mi actual existencia cae pesadamente
en mi conciencia. He muerto. Todos los que alguna vez conocí podrían seguir
vivos en este entonces o bien podrían haber pasado al otro lado como yo en estos
momentos… Unas lágrimas de desolación caen por mis mejillas, nublando mi
visión.
-Maldita sea… ¿Porqué he tenido que irme tan
pronto? Estaba empezando a vivir de verdad por primera vez desde que tengo uso
de razón…-Me retiro las lágrimas de la cara y me dejo caer de rodillas
sobre la cima de la montaña.- Ni tan
siquiera pude hacer nada para evitarlo… El miedo me dejó paralizado nada más
ver a ese tipo… ¡Joder!
Golpeo el
suelo con todas mis fuerzas, y noto como tiembla la montaña de arriba abajo.
Dejo que la rabia de mis últimos recuerdos se apodere de mí y continúo
castigando la tierra, descargando mi ira.
-¿Qué coño le
habías dicho, Wïlden? ¿Qué no iban a volver a hacerle daño? Ni siquiera
has sido capaz de protegerte a ti mismo, por Isnir. ¿Cómo tuviste la insensatez
de jurarle eso a Kenlish, eh imbécil? ¡Muerto no vas a poder proteger a nadie,
maldita sea!
Lanzo un grito
a los cielos tras ese pensamiento. Y entonces, sin previo aviso, el universo se
detiene. El horizonte está teñido con los colores del amanecer, el sol asomando
desde mi izquierda y las lunas ocultándose por mi derecha. Una figura se recorta
contra el disco solar que empieza a emerger, acercándose hacia mí. Aletea como
un ave, pero incluso para mí desde esa distancia se me antoja demasiado grande
para tratarse de cualquier clase de ave que conozca. Demasiado incluso para
tratarse de una de las legendarias aves que montan los jinetes de la Guardia de
Eylissia.
A medida que
la criatura se va acercando a mí voy descubriendo, maravillado, que se trata
del ser más cercano a la divinidad que he visto nunca. Si lo que decían los
libros de historia de mi instituto era cierto, hubiera sido imposible para mi
haber logrado ver un miembro de su especie en mi tiempo.
El dragón se
posa ante mí agitando la nieve en gigantescos remolinos con sus alas. Sus
escamas son blancas como la misma escarcha que pisa con sus patas. Su porte es
tan elegante y majestuoso que me quedo anonadado observándole con todos los
pelos de punta. Acerca su cabeza hasta mí, observándome con unos ojos verdes
tan grandes como mi propia cabeza, con una mezcla de compasión y entendimiento
en ellos.
-¿Recuerdas que hiciste una promesa?-El
dragón me habla directamente a mi cabeza empleando mi misma voz, sin dejarme
apartar la mirada de sus profundos globos oculares.- ¿Qué prometiste, Wïlden?
-Le prometí… Le prometí a Kenlish que la protegería.
Que no dejaría que le ocurriera nada y que castigaría a quienes le habían hecho
daño.-Ambos parpadeamos a la vez, sin dejar de
sostenernos la mirada. Extrañamente, no me resulta raro estar hablando con este
dragón, ni que éste conozca mis pensamientos y mi nombre.
-¿Y si tuvieras la oportunidad de cumplirla…
lo harías? ¿Volverías a ese lugar donde tanto has sufrido y plantarías batalla
a quienes quieren heriros a ambos?
-Yo… Si pudiera volver lo haría. Pero… No he
sido capaz siquiera de luchar por mi propia vida… ¿Cómo saber que no volvería a
dejarme vencer por el miedo, que no sería un cobarde que sólo es valiente de
boquilla?
-Wïlden…- El dragón
acerca aún más su ojo hacia mí, de forma que ahora lo único que soy capaz de
ver es mi propio reflejo en su pupila.- El valor se demuestra con convicciones
firmes. Si tu voluntad es fuerte, las cadenas del miedo no volverán a
atenazarte. Sentirás que están ahí, nunca podrás librarte de ellas. La cuestión
que aprender a convivir con el miedo… Y usarlo en tu beneficio.
-Hablas de
miedos racionales… Pero, ¿Y el tipo que empezó esa paliza que acabó conmigo? Ni
siquiera le vi la cara y mi cuerpo entero no era capaz de responderme…
-Todos los niños tienen miedos insuperables…
Que se desvanecen al convertirse en adultos. Abandona tu crisálida… Y despierta
al mundo como adulto, Wïlden.
-Es muy fácil
decirlo cuando no te has enfrentado a tus miedos…
-¿Ah, sí? Dime, Wïlden, ¿Cuál es tu miedo?
Capto
enseguida a dónde quiere llegar. Y al descubrir la respuesta, una sensación de
revelación empieza a adueñarse de mi ser… Porque mi mayor miedo es morir. ¿Y
por qué voy a tenerle miedo a lo demás si ya he experimentado el miedo supremo
inherente a todo ser vivo? Mi visión empieza a nublarse cuando contemplo de
nuevo mi reflejo en el ojo del dragón.
-Tenía miedo a morir. Pero si ya estoy muerto, ¿por
qué temer a la vida?
…
Lenta, muy
lentamente, voy abriendo los ojos. La conversación con el dragón aún sigue muy
viva en mi cabeza, y por eso al ver el blanco techo sobre mi cama siento que
estoy contemplando su cuerpo de escamas blancas. Enfoco la vista y me doy
cuenta de que en realidad se trata de un falso techo cuadriculado pintado de
ese mismo color.
Noto la
mullida superficie de mi almohada bajo la cabeza. El tacto de las sábanas que
envuelven mi cuerpo es suave y cálido, al menos en las partes que no se
encuentran cubiertas por escayola y vendas. Al hacer inventario, me doy cuenta
de que me han inmovilizado una pierna y vendado el pecho a la altura del
diafragma. Mis brazos están cubiertos de grandes moratones y puntos de sutura,
casi como si me acabaran de rescatar de las cuchillas de una batidora gigante.
Y por la sensación que tengo en la cara, me da la impresión de que no debo
tener mucho mejor aspecto. Casi doy gracias al notar que, dentro de lo que
cabe, no he perdido ninguna pieza dental.
Observo la
habitación en la que me encuentro. A mi derecha se encuentran los instrumentos
de monitorización vitales y los diales con los sueros que me han estado
introduciendo por vía intravenosa mientras yacía inconsciente. Las persianas
que cubren la ventana me impiden ver a que ala de la clínica me han destinado,
pero sí me permiten comprobar, por la luminosidad que entra, que se empieza a
hacer de día en el exterior.
Frente a mi
cama hay una pequeña estantería con algunas novelas antiguas, y justo a su
lado, recostada con una manta cubriéndola por encima, duerme Kenlish. Tiene un
aspecto ojeroso y descuidado, como si llevara varios días durmiendo mal. Al
menos, para mi propio regocijo, ya apenas quedan secuelas en ella de la
agresión que había sufrido en los baños aquella vez.
-He debido de pasar varios días inconsciente…
De otro modo, aún quedaría algún rastro del ataque…- Me remuevo incómodo en
la cama. Al mover mis brazos para incorporarme en el colchón, noto algo duro en
mi mano izquierda, algo que no tiene que ver con los instrumentos clínicos que
comprueban a cada segundo mi estado vital.- ¿Y
esto…?
Alzo la mano y
contemplo el impresionante anillo de plata que luce en mi dedo corazón. Tiene
la forma de un dragón enroscado sobre sí mismo, y en su cabeza, a modo de ojo,
luce una pequeña esmeralda. Su brillo es tan intenso que por un instante, al
mover la mano para admirarlo desde otro ángulo, me parece que tiene vida propia.
-¿Cómo rayos he acabado con esto en el dedo?-Me
viene a la mente la imagen del dragón de mi sueño y no puedo evitar sentirme
estafado.- Menuda forma de sueño
sugestionado…
Me recuesto
contra la almohada y me dedico a observar a Kenlish mientras duerme,
toqueteando inconscientemente el anillo. La luz se va abriendo paso en la
habitación, hasta acabar bañando su piel de porcelana, dándole un aspecto
realmente adorable. Siento el impulso de levantarme a correr un poco mejor las
persianas, para evitar que se despierte, pero el yeso de mi pierna derecha me
cubre desde el pie hasta medio muslo, de modo que no puedo ni siquiera
intentarlo.
Empiezo a
buscar alguna forma de correr las persianas cuando la puerta de la habitación
se abre repentinamente. Un médico alto y delgaducho entra en mi cuarto con una
carpeta bajo el brazo, sin apenas hacer ruido. Me dedica una mirada inquisidora
cuando nos cruzamos las miradas, y por lo que logro interpretar con mi sexto
sentido, lo hace con mucha curiosidad hacia mí.
-Así que te
has despertado…- Se acerca hacia mí y evalúa mi aspecto con sus diminutos ojos
castaños.- ¿Cómo te sientes, chico?
-He estado
mejor, eso es evidente… Ahora mismo no me duele nada, creo que será por culpa
de los sedantes que me hayan dado… Pero si que noto un picor por debajo de la
escayola que me va a volver loco, ya que me pregunta…
-Sí, sí, es
algo muy normal. Y más te va a picar si le sigues prestando atención…- Se
toquetea un mechón de pelo, de un tono castaño claro y una textura tal que me
hace sospechar que lleva peluca.- ¿Y psicológicamente?
-Pues… ¿Normal?-
Me revuelvo en la cama, algo incómodo y confuso con la pregunta.- No sé, acabo
de despertar después de casi haberme muerto por una paliza… ¿Debería sentirme
de alguna forma en especial?
-“El paciente
da indicios de tendencia psicopata al despertar del coma… Posible
desvinculación con el mundo…”- Le oigo murmurar ala vez que escribe en un papel
que lleva apoyado sobre la carpeta.- “Puede representar un peligro para quienes
le rodean…”
-¡Eh, un
momento! ¡¿Cómo que psicópata?!
-Chico, has
estado a punto de morir. A tu edad normalmente este tipo de experiencias
dejarían marcado a cualquiera, y sin embargo tu pareces completamente
indiferente al hecho de que…
La puerta de
la habitación vuelve a abrirse de golpe y una enfermera con cara de asesina
atraviesa el portal, directa hacia el médico. Veo cómo éste retrocede un par de
pasos, alejándose de la enfermera al tiempo que me transmite un miedo tremendo
por la misma, a pesar de que prácticamente le saca dos cabezas a la misma. La
mujer, por su parte, me transmite una sensación de enfado brutal, y su lenguaje
corporal me indica que está haciendo un soberano esfuerzo para no gritarle.
-Doctor… ¿Le
importaría acompañarme fuera unos instantes, por favor?- Le comenta al médico
en un tono tan endulzado que me resulta escalofriante, habida cuenta de lo que
estoy leyendo entrelíneas con sus emociones.
-Señorita,
ahora estoy con un paciente, así que le ruego que…
-Insisto.-
Añade la enfermera en un tono que no admitía replica, y para recalcar su
decisión, agarra de la bata al doctor y empieza a tirar de él hacia la salida.-
Señor Wïlden, enseguida estaré de vuelta con usted.
-Esto…
Vale…-Comento con un hilillo de voz mientras observo como ambos personajes
salen por la puerta de la habitación. Trato de concentrarme en las emociones
que ambos emiten en cuanto se cierra la puerta, para no perderme detalle de lo
que ocurre, y me sorprendo al percibir como la del doctor se torna de miedo a
intensa angustia, típica de quien padece claustrofobia. Rápidamente, noto que
empieza a alejarse a toda prisa, mientras que la enfermera queda rezagada, pero
enseguida comienza a ir tras él, tornándose en ansia.
Me figuro lo
que acaba de ocurrir: él médico se ha zafado de la enfermera y ha salido por
patas para huir de ella, y ahora ésta trata de darle alcance por algún motivo
que aún no alcanzo a entender. Me dejo caer de nuevo hasta quedar recostado
sobre la cama, mirando al techo, sin entender lo que acaba de pasar.
-Ya ha estado
haciendo de las suyas otra vez ese extraño doctor…-Comenta otra voz en la
habitación.
Me incorporo
tan aprisa que las costillas rotas me producen un dolor agudo en el pecho, casi
impidiéndome respirar por unos segundos. Cuando al fin se me pasa el dolor y
logro entornar la vista, veo que Kenlish ha despertado y me observa con aspecto
adormilado.
-Buenos días
marmota.- Me comenta con voz ronca, mientras se arrebuja más en la manta.
-Buenos días…
¿Qué haces durmiendo aquí, Kenlish?- Le pregunto por cortesía, pues nada más
despertarse ha empezado a transmitirme un sentimiento de preocupación hacia mí.
-¿Tengo que
responderte a eso?- Apoya la cabeza contra la pared y clava su mirada en mi
rostro. Aparto la mirada al cabo de unos segundos: siempre me siento incómodo
cuando adopta su semblante de autocontrol absoluto.
-No, en
realidad no… Puedo imaginármelo.- Me recuesto en la cama, observando al techo.
Siento como Kenlish me sigue escrutando fijamente desde su asiento, como si me
taladrara con la mirada.- ¿Cuánto llevo inconsciente?
-Cinco días. Y
tienes suerte de haberlo contado: cuando te metieron en urgencias tenías
hemorragia interna, y una de tus costillas casi te atraviesa el pulmón.- Kenlish
baja la mirada al suelo, temblando por unos instantes.- A quien te haya atacado
le va a sorprender que te hayas despertado tan pronto… Deberías haber muerto
después de semejante paliza, pero aquí estas. Cualquier otro elfo que hubiera
pasado por tus mismas operaciones seguiría inconsciente durante al menos otra
semana más…
-Tengo
facilidad para curarme. Esto no es nada, dentro de tres días estaré caminando
con muletas, y la semana que viene parecerá que nunca he tenido estas heridas…
-No hagas
bromas con esto, Wïlden.-Me responde en tono cortante.- No deberías salir de la
clínica hasta estar completamente recuperado…
-Ya,
suponiendo que los que me atacaron no vengan a rematar el trabajo mientras
duermo…
-¿Los que te
atacaron?- Kenlish se yergue completamente, escrutándome el rostro a la caza de
gestos que puedan revelarle información sobre mi estado de ánimo.- Así que
fueron varios… Tiene sentido. De haber sido uno sólo lo podrías haber burlado
fácilmente, incluso en la oscuridad… ¿Pudiste ver el rostro de alguien?
Niego con la
cabeza. Empiezo a recordar los momentos previos al ataque: la sensación de
estar siendo observado, las siluetas acercándose entre las sombras, el tipo
sigiloso que se me acerca por detrás… Y la aterradora sensación que recorre mi
cuerpo cuando lo observo de frente.
-¿Wïlden? ¿Qué
te ocurre?- Comenta Kenlish con tono y gesto preocupados.
Al volver en
mí, me doy cuenta de que he estado emitiendo una especie de gruñido amenazador
sin darme cuenta. Noto que mis colmillos
me han dejado marca al morderme el labio inferior, algo que siempre me ocurre
cuando estoy frustrado con algo. Enseguida entiendo por qué Kenlish parece tan
anonadada: es la primera vez que lo hago en su presencia.
-Lo siento, es
un fallo de autocontrol… Me ocurre desde pequeño. Cuando estoy cabreado lo hago
sin pensar…- Me disculpo esbozando mi mejor sonrisa.- Y sobre lo que
preguntabas… No llegué a verle el rostro a ninguno. Estaba demasiado oscuro.
-¿Pudiste oír
hablar a alguno al menos?
-No. No oí
nada. Bueno, si dejamos de lado que me estaban dando una paliza mortal y esas
cosas…
-Wïlden…-El
tono de Kenlish empieza a tornarse amenazante de nuevo.
-¡¿Qué?!- La
fulmino con la mirada, sorprendiéndola y provocando que vuelva a recostarse en
su asiento inconscientemente.- Es exactamente lo mismo que pasó contigo cuando
te atacaron hace unas semanas… No pude ver ni oír a nadie. Fueron muy
metódicos, de no haber sido por mi habilidad para saber lo que siente la gente
a mí alrededor ni siquiera me habría percatado de que me rodeaban hasta que me
hubieran caído encima… Aunque hubo algo raro.
-¿A qué te
refieres?
-Hubo uno… El
primero que me golpeó. No pude sentir como se me acercaba desde atrás. Pude
sentir como todos los demás se acercaban a mí, pero era como si él o ella fuera
invisible… Y cuando caí al suelo y lo tuve enfrente…-Me estremezco de nuevo al
recordar la experiencia.- ¿Alguna vez has experimentado tanto miedo que
sintieras que el corazón se te va a salir por la boca? ¿Qué eres incapaz de
moverte a pesar de desearlo con todas tus fuerzas?
El silencio se
adueña de la habitación. Kenlish suelta un suspiro y deja caer la manta al
suelo al incorporarse para acercarse a mi cama. Se sienta en el borde y me
acaricia el pelo, dedicándome una mirada de compasión que me traspasa de lado a
lado. Tengo que cerrar los ojos para que no se percate de que se me están
empañando de la emoción.
-No me puedo
hacer a la idea, tal y como la describes. Cuando me…-Oigo como traga saliva, haciendo
tiempo para buscar las palabras.- “Agredieron”, tuve miedo, no lo voy a negar.
Pero nunca llegó a ser suficiente como para impedir que me resistiera de
principio a fin. Claro que yo no llegué a mirar a los ojos a quiénes me estaban
haciendo aquello…
-Técnicamente,
yo tampoco llegué a hacerlo.
-No lo viste,
pero eso no quiere decir que las miradas no puedan cruzarse en la oscuridad…-
Noto sus suaves dedos envolviendo mi mano izquierda.- A propósito… ¿De dónde
has sacado éste anillo?
-Pensaba que
tu podrías decírmelo.- Abro los ojos y nos quedamos mirándonos fijamente.- No
recuerdo haberlo tenido conmigo antes del ataque.
-Pues ya somos
dos que queremos saberlo… Porque cuando vine a verte al día siguiente de tu
operación, ya lo tenías en el dedo.- Alza mi mano y observa de cerca la figura
del dragón de plata.- ¿Quién te haría un regalo tan caro?
No hay comentarios:
Publicar un comentario