miércoles, 4 de junio de 2014

Capítulo 9

Una semana después de mi despertar, un par de agentes de la Guardia de Eylissia, las fuerzas especiales encargadas de proteger la capital y la ciudad-escuela, me hicieron una visita en mi habitación de la clínica. Hasta la fecha, ninguna de las agresiones que había sufrido a manos de mis acosadores había terminado conmigo en la sala de urgencias, pero dado que en ésta ocasión había estado al borde de la muerte, las fuerzas del orden tenían la responsabilidad de investigar lo sucedido. O al menos eso fue lo que me dijeron mientras me interrogaban sobre todos mis movimientos de aquella noche.

No fue una conversación muy extendida, puesto que apenas llegamos a estar departiendo más de media hora a lo sumo. La Guardia me interrogó especialmente en lo relativo a los frecuentes incidentes que aparecían en mi historial, y sobre mi posible enemistad con ciertos alumnos de mi distrito (cosa que no me molesté ni en negar) y al final me informaron de que iban a presentar una solicitud de inspección al Ministerio de Educación por las posibles negligencias de la dirección al manejar mi situación. Sobre la paliza que casi me había matado, se limitaron a decirme que investigarían en base a lo que yo les había contado, pero que iba a llevar tiempo.

-No es frecuente que se produzcan éste tipo de situaciones en un instituto, chico.- Me dijo la alférez que parecía estar a cargo de mi caso, cuando ya recogía sus cosas con ayuda de su compañero.- Pero te prometo que haremos lo posible para resolver esto pronto.

-¿Qué pasará con los culpables si los acaban pillando?-Pregunté con curiosidad, mientras agarraba de nuevo un libro que me había traído Kenlish de la biblioteca unos días antes.

-Dependerá de quienes hayan sido los responsables. Si han sido alumnos, la ley de Responsabilidad Penal del Menor limitaría bastante las acciones a emprender contra ellos. Posiblemente se quedaría todo en unos pocos meses de reeducación especial y trabajos para la comunidad, aparte que les quedaría la mancha en el expediente a la hora de insertarse en la bolsa de trabajo en el futuro. Pero si ha habido adultos implicados…-La alférez se puso en pie y me dedicó una mirada seria.- Se les quitarían ciertos privilegios respecto a sus opciones de elegir profesión durante unos cuantos años, amén de que los meteríamos en prisión durante una larga temporada y quedarían obligados a indemnizarte económicamente cuando fueras mayor de edad.

El asunto de las opciones laborales era algo bastante serio para tratarse de una sanción. Todos los elfos, cuando terminamos nuestra formación obligatoria, pasamos a incorporarnos inmediatamente a una bolsa de fuerza laboral dependiente del Ministerio de Empleo. Aquellos que deciden no seguir estudiando son asignados, en función de las capacidades demostradas durante su estancia en el sistema educativo, a una serie de oficios repartidos por todo el territorio de la República, que generalmente son los menos satisfactorios para la población. Sin embargo, ello te habilita inmediatamente para acceder a una vivienda estatal y a los víveres básicos que el gobierno asegura para todo ciudadano de Isnir.

Aquellos que pretenden proseguir su formación y, por lo tanto, mejorar sus opciones de acceder a puestos considerados más dignos por la sociedad y mejor remunerados, están obligados a hacer el servicio militar obligatorio antes de incorporarse a las formaciones superiores.  Normalmente, el grueso de los elfos se limita a completar los dos años de mili y luego inician sus estudios superiores en la universidad u otras academias de formación, pero dado que el ejército y sus distintas armadas ofrecen buenas remuneraciones y están bien considerados socialmente, son muchos los que deciden seguir el cursos honorum y dedicarse a la vida castrense. La alférez que lleva mi caso tenía aspecto de haber cursado su formación militar hacía bastante tiempo, pero su rango de alférez, el más bajo en la escala de oficiales de la Guardia de Eylissia, considerada una de las dos armadas mejor valoradas del ejército, indicaba que debía haberse retirado un tiempo de la vida militar para completar una carrera universitaria o similar. Y es que la formación, aparte de abrirte muchas puertas en la vida civil, también te habilitaba para cargos más importantes dentro del ejército.

-Alferez, ¿puedo hacerle una pregunta… personal?- Pregunté antes de que la mujer cruzara la puerta de mi habitación. La militar se detuvo y me miró detenidamente, mientras yo mantenía fijos mis ojos en las insignias que llevaba ella en  las hombreras de su uniforme grisáceo.- ¿Es muy complicado llegar a formar parte de la Guardia?

La mujer sonrió con aspecto divertido. Fuera pude escuchar una sonora carcajada de su compañero, que se asomó un momento por la puerta para observarme, antes de que su superior se volviese completamente hacia mí con los brazos cruzados delante del pecho.

-¿Estás pensando en unirte al ejército cuando te gradúes, Wïlden?-Asentí con la cabeza, lo que hizo acentuar su sonrisa aún más.- Pues si tu intención es unirte a la Guardia de Eylissia, déjame decirte que es mejor que te apliques durante la formación obligatoria. La Guardia y la Solenopsis Invicta son las únicas armadas que escogen a sus propios miembros, solo los mejores de los mejores. Y los que seleccionan integrantes para nuestro equipo…-Se llevó la mano derecha a la altura del corazón, donde llevaba el escudo de su unidad militar: un ave con las alas extendidas, tres plumas abiertas desde su cola y cuatro estrellas de seis puntas en los espacios.-Son muy estrictos. De hecho creo que no hemos tenido ninguna nueva incorporación desde que se unió mi compañero de aquí fuera, hace ya seis años. Tienes más posibilidades de unirte a Solenopsis que a nosotros, chico.

-No, no, no lo preguntaba con esa intención.- Dejo escapar una risa al percibir el fiero orgullo que recorre a los dos militares cuando hablan de su armada.- Solo era mera curiosidad. Pero si de los dos ejércitos más importantes del país, los suyos son los más exigentes… Creo que todo aspirante a militar de profesión debería apuntar a unirse a sus filas y no a las de Solenopsis.

-Bien dicho. Si alguna vez decides hacer vida castrense, espero que llegues a estar con nosotros.-Se acercó a darme la mano y de repente su rostro se tornó en una mueca de seriedad.- Eso sí, déjame decirte una cosa: ni se te ocurra unirte a Solenopsis. La Guardia y la Invicta nos llevamos a matar entre nosotros, y después de lo que acabas de decir consideraría eso como una traición.


Dos días después de esa entrevista, me han dado el alta médica al fin. Aún queda un rato para que Kenlish venga a dar conmigo, de modo que decido salir a dar un paseo por el parque hasta que llegue la hora. Y así, armado con dos muletas y con la pierna escayolada en alto, me dirijo rumbo al lugar donde me habían tendido la emboscada dos semanas antes. Es un día despejado, pero sopla una brisa fresca que me pone los pelos de punta nada más poner un pie fuera de la clínica.

A ésta hora apenas hay estudiantes por el parque. Es viernes y las clases han acabado apenas dos horas antes, por lo que la mayoría se encontrarán todavía trabajando en sus clubes, y los que no, muy posiblemente andarán perdiendo el tiempo por la zona de ocio. Yo mientras tanto, disfruto de la sensación de tranquilidad que impera en el ambiente, sintiendo las corrientes de aire moviéndose a mí alrededor a tiempo que avanzo atravesando el parque.

No tardo en llegar a la altura del lugar de la emboscada. El enclave no parece haber sufrido cambios desde la última vez que pasé por él a plena luz, salvo por el detalle de unas manchas de sangre seca en el suelo que no habían logrado eliminar completamente. Allí fue donde debió de caer mi cabeza cuando casi me la abren con la barra de hierro.

Aprieto los puños entorno a los mangos de mis muletas. Siento una mezcla de miedo y rabia a partes iguales en mi interior: miedo, por un lado, porque el hecho de  haber estado a punto de morir y no haber sido capaz de defenderme me hace darme cuenta de lo frágil que es mi vida; y rabia, porque algo en mi interior pide venganza de la forma más sangrienta posible, como un odio visceral que hubiera estado dormido dentro de mí. La intensidad de esto último me acaba sorprendiendo al darme cuenta de que he empezado a sangrar por la boca al morderme el labio inferior con los colmillos.

Sacudo la cabeza y me alejo en dirección al lago central. Al final no ha sido buena idea acercarme por ese sitio, los recuerdos están demasiado frescos como para no ser indiferente al estar allí.

-Ahora mismo el plan que tenemos Kenlish y yo me resulta insuficiente. Una venganza donde no haga daño a nadie no podría llenarme ahora.-Pienso a la vez que me siento en un banco desde el que puedo ver al club  de piragüismo haciendo unas pruebas por parejas.- Yo antes no era así… ¿Porqué me siento tan cambiado desde que la atacaron a ella? Ahora siento cada vez más ganas de partir cráneos a puñetazos cuando veo agresiones de éste tipo. A éste paso, si Dragamsel vuelve a ponerme las manos encima soy capaz de hacerlo. Es más, quiero que ocurra sólo por tener la oportunidad de sacarle los ojos… ¡Mierda! ¿Qué coño me pasa?

Me llevo las manos a la cabeza y trato de concentrarme en las embarcaciones que cruzan el lago a toda velocidad. Uno de los equipos me llama la atención por lo desequilibrado que parece estar: en la parte de popa, un tiparrón de metro noventa y cuadrado como un armario ropero, mientras que en la proa de la piragua se sienta un chico de aspecto escuálido y que a duras penas llegará a tener la misma estatura que yo, tal vez un poco más bajito. Como el día y la noche y, sin embargo, los veo avanzar a buen ritmo, con una coordinación casi perfecta que parece conducir el más canijo de los dos. Hasta que, en el momento de bordear una boya, el elfo más grande comete unos errores de desincronización y la embarcación vuelca, llegando hasta mis oídos los gritos del pequeñín.

Sin duda alguna, era él quien debía de llevar el mando de la embarcación, porque la bronca que le está echando a su compañero parece ser de las gordas. Consigo captar algunos restos de las emociones de ambos regatistas y no puedo evitar echarme a reír al notar que ha sido todo a propósito por parte del grandullón, que parece estar conteniendo su propia risa mientras escucha despotricar a su compañero.

-Perdona, ¿por casualidad tu eres Wïlden?-Oigo que dice una voz femenina cerca de mí.

Me vuelvo hacia un lado y veo a una elfa bajita y rubia, con el pelo trazando tirabuzones y unos ojos de un impresionante color azul, mirándome de reojo subida a las protecciones que rodean el lago. Tiene unas curvas desproporcionadas en comparación con su estatura, pero sin duda alguna a mis compañeros más despiertos sexualmente hablando les daría un infarto si se quedaran mucho tiempo a solas con ella. Yo por mi parte, me siento confundido al tener la sensación de haber hablado con ella recientemente.

-Esto… Sí, soy yo.-Respondo a la vez que fuerzo mi mente a recordar en que momento había hablado con esa chica, pero sin éxito.- ¿Nos conocemos?

-¡Vaya si eres tú! No te había reconocido con tanta gaza y escayola encima.-Replica ella a la vez que desciende de un salto de la barandilla.- Y se supone que tendrías que conocer mi nombre, porque hace unas semanas me convenciste de unirme a tu Club de Geología, pero creo que te lo paso porque no me he pasado nunca por la sede. ¿Qué te ha pasado para haber acabado así?

Al fin caigo en la cuenta. Es una de las estudiantes del segundo piso que conseguí reclutar para formar el club en su momento. Por eso me sonaba su rostro, pero de su nombre, siendo sinceros, no recuerdo ni como empezaba. Aunque lo mismo me sucede con los veintiséis miembros restantes que conseguimos Kenlish y yo, a pesar de que esta chica se merezca que lo recuerde por un par de razones.

-Bueno, me dieron una paliza de muerte hace un par de semanas. He estado ingresado en la clínica todo este tiempo, pero ya me han dado el alta.- Respondo con tranquilidad, como si fuera lo más normal del mundo (que en mi caso, tristemente lo es). Sin embargo, a ella parece sobresaltarla la noticia, y enseguida se pone a mi lado cogiéndome las manos entre las suyas, con gesto preocupado.

-¡Eso es terrible! Con razón no te había visto por el instituto en todo este tiempo. ¿Ya han cogido a los responsables?-Mi habilidad sensorial me dice que su preocupación es genuina, pero en mi opinión es hasta desmesurada para tratarse de alguien con quien solo he tratado una vez por motivos egoístas.- Voy a intentar pasarme por el club de ahora en adelante, así que cuenta conmigo para pedirme lo que necesites.

-E-esto… ¿Gracias?- De repente noto una sensación de peligro, pero por más que miro a mi alrededor, no consigo captar de donde puede proceder. Al final determino que no puede haber más riesgo que seguir en compañía de esa chica cuyo nombre no recuerdo, y en vista de cómo están evolucionando las cosas no creo que sea buena idea preguntárselo ahora. Y la sensación va en aumento.- Este, verás, aprecio tu gesto, pero no quiero quitarte tiempo de tus otras actividades. Ya te dije en su día que sólo necesitábamos miembros suficientes para poder fundarlo, en realidad no estás obligada a…

-¡Oh, tonterías! Si la mitad del tiempo me la paso aquí viendo a ese par tratando de completar una regata.- Señaló en dirección al lago, hacia los dos elfos en los que me había fijado antes de que me hablara y que ya habían logrado volver a subirse a la piragua.- Son dos buenos amigos míos, pero están siempre tan ocupados con el Club de Remo que acabo aburriéndome yo sola. Así que ya que estoy en un club, ¿por qué no ir y aprovechar para hacer amistad?

-La cagamos.-Me digo al pensar en Kenlish y en las condiciones por las que escogimos, precisamente, crear un club de Geología: que la materia fuera lo suficientemente aburrida como para que ninguna persona se atreviera jamás a acercarse por la sede mientras avanzábamos las fases de nuestro plan.-Si Kenlish se entera de esto me corta el cuello. ¿Cómo le digo yo ahora a ésta chica que no quiero que se acerque por el club? Si es mejor amiga de ese armario que está en el lago y por algún casual se toma a mal el rechazo, es capaz de pedirle que me dé una paliza. Así de lejos no parece mal tío, pero no sé yo si podré escaquearme estando con muletas. Mieeerdaaaaaa…

-¡Ah, mira! Parece que ya han acabado.- Me vuelvo hacia el embarcadero que usan para introducir las piraguas en el lago y veo que, efectivamente, la mayoría de los miembros están sacando sus embarcaciones del agua.- Me tengo que ir, pero espero verte pronto por el club. ¿Dónde han instalado el…? ¡Bah, da igual, ya preguntaré en el negociado de clubes donde les han alojado. ¡Cuídate mucho, Wïlden!

Y con las mismas se marcha alegremente en dirección a los del Club de Remo, dejándome de una pieza sentado en mi banco. El aire frío me termina de despeinar mientras yo sigo contemplando su lucida figura alejándose de mí, pensando que se acaba de producir un hecho funesto en la cronología del plan de venganza.

-La hemos hecho buena…-Me llevo las manos a la cabeza otra vez.- ¿Y ahora que le digo yo a Kenlish?

-Pues ya puedes empezar a pensar rápido, desgraciado.-Oigo su voz a mis espaldas y siento como el corazón me da un brinco. Me doy la vuelta y me la encuentro de pie a tan sólo un par de pasos de distancia, observándome con un semblante tan frío que contrasta drásticamente con la rabia que siento retorcerse dentro de ella.- Podrías empezar explicándome por qué no me has esperado para irte de la clínica, cuando me he pasado las dos últimas semanas preocupadísima por ti y visitándote cada día. ¿Qué ocurre, es que de repente se te han despertado las hormonas de la pubertad al ver a esa chica? ¿Demasiado buena para resistirte quince minutos, eh?

-¡¿HOLA?! ¿Kenlish?- Suelto a la vez que me alejo un par de pasos con ayuda de mis muletas. La agresividad con la que me está hablando me ha cogido completamente desprevenido. No era la reina del autocontrol la que me hablaba en esos momentos precisamente, sino más bien su reverso tenebroso.- ¿Pero cómo puedes decir eso? Yo había salido a hacer tiempo hasta que llegaras para no aburrirme, y casualmente me he encontrado con ésta chica que…

-No disimules, Wïlden. Eres un chico, es normal que en algún momento te empieces a interesar por… Esas cosas.- Ha bajado el tono de tal manera que apenas llego a entender lo último, pero el gesto inconsciente que hace de llevarse las manos al busto me hace ver por qué mi amiga puede haber reaccionado tan exageradamente: la chica que acababa de largarse debía de tener unas cuantas tallas más de pecho que ella y, aparentemente, le daba cierto complejo.- Lo que me molesta es que no lo reconozcas. Si me dices que te ha gustado esa elfa y que no podías dejarla escapar, está bien, no pasa nada. Puedo llegar a entender que pasaras de esperarme a mí…

-Wïlden, párale los pies o aquí se va a liar bien gorda.-Me digo a mí mismo, al tiempo que empiezo a avanzar hacia ella.- Kenlish, me parece que te estás haciendo una idea equivocada de todo esto. A ver, es cierto que he estado hablando con ella y que en cierto modo es atractiva, pero…

-Hay que tener jeta para decir que esas ubres no te han gustado.- El tono regañadiente en que lo dice y su expresión me provocan tal ataque de risa que por un momento pierdo el equilibrio y me doy contra el banco en el que había estado sentado momentos antes.- ¿Qué pasa? A los hombres os gustan cuanto más grandes mejor, ¿no? Y las de esa tipa no te cabrían en las manos, pero seguro que son tan fofas como si se tratara de una vaca lechera…

-Kenlish, para, por favor.-Le suplico a la vez  que me dejo caer sobre el banco, intentando reprimir la risa.- No sigas, que me va a dar algo de la risa.-Mi amiga parece calmarse un tanto, pues noto como se le relajan los hombros y el rostro.- Estoy siendo sincero. He salido a despejarme un poco y me la he encontrado aquí. Y la razón por la que estábamos hablando es porque ella es una de las personas que conseguí reunir para que firmaran la lista de miembros del club.- De repente recuerdo lo que habíamos hablado y se me corta la risa repentinamente.- Y esto es algo malo. Ha dicho que va a pasarse por el club a partir de ahora.

-¡¿Quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?!

Mi amiga se me echa encima y me agarra del cuello de la camisa hasta tenerme en pie frente a ella. Me taladra los ojos con una mirada tan penetrante que enseguida noto como se me agarrota todo el cuerpo, habida cuenta de que la brisa me hace llegar todo ese agradable olor a frambuesa que la envuelve cada vez que le presto algo de atención.

-¿Qué-es-eso-de-que-va-a-pasarse-por-el-club, Wïlden?-Dice haciendo una descarada pausa entre cada palabra que pronuncia.- Se suponía que el Club de Geología lo habíamos creado precisamente para estar solos cuando alcanzáramos las siguientes fases del plan. Porque se supone que en este condenado distrito NADIE está interesado en estudiar piedras y minerales fuera del horario lectivo. ¿Qué clase de subterfugios has usado para que se le haya metido en la cabeza esa idea, eh? ¡No, prefiero no saberlo, no sea que acabe golpeándote!- Me suelta en cuanto abro la boca para responder.- Ni siquiera hemos completado la fase uno y ya se nos presenta éste problema… Siempre existió esa posibilidad, pero era tan remota que jamás se me habría ocurrido que llegaría a presentarnos un obstáculo tan serio. Tal vez deberíamos replantearnos la estrategia y empezar todo de nuevo…

-¡Ah, no, ni de coña!- Recupero el equilibrio y me yergo tan alto como me permite mi pierna lesionada.- La noche en la que me atacaron conseguí completar la tarea que me pediste de averiguar cómo funcionaban las rutinas del personal de la administración, y unas cuantas cositas más. No pienso tirar todo por la borda solo porque ahora vayamos a tener un observador cerca.

La expresión de Kenlish se congela al terminar de oírme. Su boca se queda entreabierta, a la vez que me suelta la camisa y empieza a respirar pausadamente. La veo tragar saliva varias veces, hasta que al final cierra los ojos y junta las manos a la altura de su boca.

-¿Puedes repetirme lo que has dicho, Wïlden?- Me pregunta sin mirarme.

-Tengo toda la información que pediste, y algunas cositas extras que podrían venirnos bien. Es más, si te apetece, hoy mismo podemos dar comienzo a la fase dos de la operación.-Se me queda observando sin dar crédito a lo que oye.- Y siendo sincero, tengo muchas ganas de ponerme a trabajar en ello. Hay unos cuantos cabrones que deben pagar por lo que nos han hecho a ambos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario