domingo, 11 de octubre de 2015

Relatos de Isnir. Capítulo 11



-¡Wïlden!- Me vuelvo en la dirección desde la que han pronunciado mi nombre, y vislumbro a Dylphiel, seguido a poca distancia por Versmegzul, acercándose a mí desde la caseta del Club de Remo.

-¡Hola chicos!- Les devuelvo el saludo mientras ajusto mi peso sobre las muletas, en lo que espero a que me alcancen.- ¿Han terminado las prácticas de hoy?

-Hace nada de hecho. Nos hemos dado un baño en el lago por culpa de Vers, aquí presente.- El aludido puso mala cara al mirar a su amigo, pero éste no pareció darse cuenta del detalle.- ¿Y tú? ¿Vienes de la clínica?

Les muestro una carpeta de color verde en la que guardo las indicaciones de los doctores, a la vez que asiento brevemente con la cabeza.

-Hoy tocaba revisión. Pasado mañana me retirarán el yeso y quizás comience con la rehabilitación el mismo día. Parecen muy sorprendidos con mi capacidad de regeneración.

-Eso es una grandísima noticia.- Interviene Versmegzul, llegando hasta mí y dándome una palmada en los hombros.- Cuanto antes la empieces, menos riesgos correrás con lo que te toca hacer en…

Le pongo una mano en la boca, silenciándolo con una mirada de advertencia. Mi sexto sentido no capta a nadie a menos de veinte metros de distancia, pero no quiero arriesgarme a que un desliz de Vers pueda advertir a nadie del plan en el que Kenlish y yo les hemos incluído hace pocos días.

-Versmegzul, esas cosas esmejor no comentarlas al aire libre.- Le digo en voz baja, sin apenas mover los labios.- Aunque no puedan oírnos, no sabemos si alguien podría estar leyéndonos los labios.

El grandullón hace un gesto afirmativo con la cabeza, a lo que yo respondo retirando mi mano de su cara. Versmegzul se agacha a recoger mis muletas, que se han caído durante el numerito, y me las tiende con un gesto de arrepentimiento.

-Lo siento, Wïlden. Olvidaba que tenía que evitar hablar de ello fuera del club.

-No pasa nada, siempre y cuando lo recuerdes en el futuro.- Agarro mis muletas y trato de tranquilizar a mi compañero con unas palmadas en los brazos.- Ahora pensaba ir a dar con Kenlish al club. ¿Se apuntan?

-Nosotros habíamos quedado con mi hermana por fuera del gimnasio del campus.- Interviene Dylphiel con tono despreocupado.- Creo que los de Química querían hacerle una consulta, y dado que ambos lugares quedan cerca nos pidió que fuéramos allí a dar con ella.

-¡Ah, perfecto entonces!-Remato yo en tono jovial.- Nos queda a medio camino, así que puedo ir con ustedes hasta el gimnasio y luego seguir hasta el de Geología.

Empezamos a caminar juntos en dirección al corazón del distrito de clubes, donde se alza un gigantesco pabellón deportivo que sirve de lugar de prácticas a los equipos de baloncesto, voleibol y gimnasia. El edificio es, después del instituto, el de mayores dimensiones de todo el distrito 16, si se excluyen las instalaciones anexas del gimnasio, la piscina olímpica, y las dos pistas de tenis exteriores con las que cuenta. A excepción de los equipos de atletismo, fútbol, remo y el de artes marciales mixtas, todos los clubes deportivos confluyen en ese gigantesco complejo.

Encontramos a Hebilenn frente a la entrada sur del pabellón, alejándose a grandes zancadas de sus puertas, donde un pequeño grupo de elfas en chándal le hace aspavientos a mi amiga. Dylphiel suelta un suspiro de cansancio al verlo, y por un instante me parece sentir en Versmegzul un instinto asesino bastante potente, pero todo desaparece en cuanto la hermana del primero nos ve y sonríe alegremente.

-¡Vaya, que puntuales! Cualquiera diría que me estaban vigilando, ¿eh?- Se me acerca y me da dos besos en las mejillas, provocando que me sonroje y que Vers me mire con cara rara durante un rato.- ¿Qué tal esa pierna, Wïlden? ¿Ya hay mejoría?

-Pues sí, con suerte pasado mañana ya estaré en rehabilitación.- Expulso de mi mente las tribulaciones que me causan Hebilenn y Vers, al tiempo que trato de cambiar el tema de conversación.- ¿Qué querían aquellas chicas?

El rostro de la elfa se ensombrece a la vez que Dylphiel se lleva una mano a la frente, como si yo acabase de meter la pata.

-¿Esas? ¡Oh, nada! Son unas conejas del Club de Gimnasia que se quejantodo el tiempo de lo que hace el club de Química. Por culpa de ellas tengo prohibido usar el laboratorio desde hace un mes, así que es como si ya casi no pudiera participar en el club.

-Espera, me he perdido.- Parpadeo un par de veces.- ¿Eres del club de química y las de gimnasia te han prohibido usar el laboratorio?

El club de gimnasia es, junto con el de artes marciales mixtas, el de más prestigio entre los estudiantes de Zeblorg. Los profesores siempre andan recordándonos la importancia de los clubes con respecto a obtener un buen puesto durante nuestra formación militar, y esos dos en concreto son siempre los mejor valorados por la instrucción. Pero a pesar de su gran influencia, nunca había oído que pudieran interferir directamente en las actividades de otro club.

-No han sido ellas… Directamente.- Se ruboriza un poco y empieza a juguetear con un mechón de pelo, nerviosa.- Siempre andan quejándose de que los vapores del club se les cuelan en el gimnasio y que les acaba dando mal olor, lo cual es una tontería porque el laboratorio está a bastante distancia de sus conductos de ventilación. Pero hace un mes y algo, tuve un pequeño accidente en una de mis pruebas…

-Pequeño una mierda.- Interviene Dylphiel, tratando de reprimir la risa.- Por lo visto estaba experimentando con sustancias explosivas y reventó la campana de purificación del laboratorio, o algo así tengo entendido yo. Luego, otro compuesto que había estado preparando al mismo tiempo se volatilizó con la explosión y liberó una nube con olor a huevos podridos sobre toda la zona. ¿Algo de eso te sonará, verdad?

Me vuelvo a mirar a Hebilenn, atónito. La chica se refugia detrás de Versmegzul, roja como un tomate pero sonriendo con aire cómplice.

-¿Fuiste tú?- El incidente había ocurrido más o menos al mismo tiempo que lo de Kenlish, motivo por el cual no le había prestado demasiada atención, pero era imposible no haber oído hablar de ello por la clase.- ¿Cómo demonios…?

-¿Qué tal si vamos a dar con Kenlish y Gilnevit?-Sugirió Hebilenn a la par que tiraba del enorme brazo de Vers.- Creo que doña perfecta y la friki estaban revisando unas cosillas hoy.

Mientras nos dirigimos al club de Geología me van poniendo al corriente del incidente de Hebilenn. Al parecer, era bien conocido en los clubes de gimnasia y química que a la chica las del primer grupo le caían como un limón agrio en los ojos. Existían precedentes de quejas por malos olores en los vestuarios de las integrantes del club, motivo por el cual, cuando se liberó la nube pestilente sobre el distrito, las elfas no tardaron en protestar al Negociado de Clubes y a la Secretaría de asuntos Académicos. Exigieron sanciones contra la responsable, y ello se tradujo en una prohibición total de utilizar el laboratorio del club y el del instituto hasta el final del curso escolar, para el cual aún restan seis meses.

-Por eso estabas tan ansiosa de participar en el de Geología…- Afirmo cuando la chica termina de explicarme.- Y ahora con lo que estamos haciendo imagino que estarás en tu salsa.

-Tú lo has dicho. Aunque Kenlish aún tiene que revisar la formula y las cantidades para producir el compuesto en la escala real, y no sé yo cuánto podría llevarle.

Alcanzamos la entrada a nuestra destartalada casa del club, y en cuanto ponemos una mano sobre el picaporte oímos un grito y una blasfemia casi seguidos. La voz de Kenlish farfullando maldiciones igual que si respirase nos recibe a los cuatro en cuanto asomamos a la estancia principal de la casa. Al fondo, junto a la escalera que conduce al sótano hay una gran pizarra en la que nuestra presidenta parece haber estado trabajando toda la tarde, a juzgar por las manchas de tiza en sus manos y en su pelo negro La fórmula química con la que ha estado trabajando se me antoja tan compleja que ni tan siquiera me molesto en preguntar a qué elementos corresponde cada enlace de la pizarra

-¿Interrumpimos algo?-le pregunto a Gilnevit en voz baja. La chica se encuentra sentada en la mesa en torno a la cual nos habíamos reunido todos la vez anterior, trabajando en lo que parecen ser las entrañas de una emisora de radio y dos comunicadores.

-Si lo preguntas por ella, no.- Me responde la chica a la vez que suelda un par de cables.- No sé que está intentando hacer, pero con ésta van cinco veces que reescribe esa fórmula y se pone a gritar al revisarla.

-La genio frustrada. Quién lo hubiera dicho.- Pienso al tiempo que me dirijo hacia el extremo contrario de la mesa, para no estorbar a Gilnevit.- ¿Necesitas ayuda, Ken…?

-No, gracias. Puedo apañármelas perfectamente.- Contesta mi amiga antes de que termine de pronunciar su nombre.

Está bastante arisca conmigo desde que Hebilenn y los demás se unieron a la operación, pero sus episodios de mal genio suelen producirse con mayor frecuencia cuando la rubia está en la misma habitación. Y considerando la forma en que ésta última habla al referirse a la otra, yo diría que la aversión es mutua. Al menos hasta cierto punto.

-Lo que no me explico es qué es lo que las lleva a chocar de esa manera.-Pienso al tiempo que dejo mis cosas en el suelo y saco un manual de clases.-Siendo las dos unas coquitos como lo son, lo suyo sería que se llevasen bien… ¿Será esto lo que llaman “rivalidad”?

Vers y Dylphiel me imitan y se sientan a mi lado, pero Hebilenn se acerca silenciosamente a Kenlish, imitando su postura para estudiar la pizarra junto a ella. Puedo sentir como a mi mejor amiga se le revuelven las entrañas con ese gesto, pero tengo que ocultar mi cara tras el manual cuando se vuelve hacia mí, fulminándome con la mirada al intuirse que la he descubierto.

-¿Éste es el compuesto que comentaste la otra vez?- Pregunta la rubia al cabo de un minuto.- Que interesante…

-Sí, lo es.- Responde la otra sin mirarla.- Pero estoy teniendo problemas con las cadenas reactivas a partir de que la extensión del proceso químico supera las cuatro áreas de superficie. Se ralentiza de forma exponencial a temperatura ambiente de 20ºC, y eso a efectos prácticos cubriría únicamente una sexta parte de lo que pretendemos abarcar. He modificado las cantidades base e incluso las zonas de dispersión, pero sigo sin conseguir dar con la configuración idónea.

-¿Y no has probado a cambiar el elemento básico por este otro…?-Hebilenn borra el elemento principal de la formula y garabatea otro símbolo en la pizarra, para consternación de Kenlish.- ¿Y añadirle un reactivo disuelto en agua para desencadenar el proceso? Si no me equivoco ahora debería haber aumentado la velocidad y la extensión…

-¡No toques mi pizarra!- Soltó Kenlish arrebatándole la tiza de las manos, antes de volverse hacia la fórmula de nuevo.- ¿Crees que por cambiar un par de datos así va a…?

Kenlish enmudece repentinamente y se queda mirando la pizarra, pensativa. Entonces borra todos los elementos anteriores y comienza a recalcularlo todo con los nuevos datos, apartando las manos de Hebilenn cada vez que ésta trata de agarrar las tizas, aunque me doy cuenta de de que solo lo hace por fastidiar a la otra. Al final, se detiene y tras estudiar la conclusión unos instantes, se vuelve hacia la otra elfa, que es unos pocos centímetros más bajita que ella y que no ha dejado de sonreír con suficiencia.

-Vale, tenías razón. Pero esto ahora nos deja con el problema del agua, que antes no teníamos. ¿Cómo vamos a conseguir el disolvente suficiente para arrojarlo sobre semejante extensión de terreno sin recurrir a la lluvia?

La sonrisa de Hebilenn desaparece al instante. Las dos permanecen cabizbajas durante un rato, sin que nadie realice un solo sonido, tal es la tensión que se respira en el ambiente. Hasta yo estoy ansioso por encontrar respuesta al nuevo contratiempo en nuestros planes, pero contra todo pronóstico, es Gilnevit la que aporta la solución, provocando que las otras dos elfas estallen en gritos de júbilo.

-¡Perfecto, Nevit! ¿Puedo llamarte Nevit, no?-Suelta Hebilenn acercándose hasta ella para darle una palmada en la espalda.- Con eso podríamos cubrir todo el instituto si quisiéramos.

-¡Wilden!- Grita Kenlish, sobresaltándome.- ¡Saca papel y lápiz! Es hora de hacer la lista de la compra.


Han pasado seis días desde aquél instante. Es tarde, apenas queda una hora antes de que el conserje eche el cierre al instituto y se vaya a su casa. En mi caso, dispongo de aún menos tiempo para realizar la tarea que Wilden y yo debemos llevar a cabo: infiltrarme en el área departamental, acceder a los matasellos del secretario administrativo y del director y luego huir por donde he venido antes de que se cierren las puertas o me descubran.

Permanezco oculta en los baños de mujeres de la planta baja, con un oído puesto en el transmisor que Gilnevit ha modificado para nosotros, los ojos fijos en la puerta de entrada. Al otro lado de la línea se encuentra Wilden, oculto en una de las aulas situadas sobre el despacho del director, escudriñando el área con su habilidad sensorial. Su misión, ante la imposibilidad de acompañarme por estar aún en fase de rehabilitación, es la de avisarme con tiempo de la presencia de personas que puedan descubrirme, y de esa forma, indicarme los tiempos de entrada y salida de las salas.

-Kenlish, aquí Wilden. ¿Me recibes?- Oigo su voz a través del auricular, con total nitidez. Me llevo una mano al micrófono y acciono el botón de la señal.

-Te oigo perfectamente. ¿Notas algo ahí delante?

-Los dos últimos van hacia la salida ahora mismo. Prepárate, en cuarenta segundos se te abrirá la ventana de entrada.

El corazón se me acelera al escuchar la indicación. Me ajusto la bolsa que he llevado hoy al edificio, sintiendo todo el peso de los artilugios que nuestros refuerzos han preparado para la ocasión.

-Venga chicos, empiezan las porras. Cuatro créditos a que la pillan antes de entrar por la primera puerta.- Oigo a Hebilenn hablando a través de la línea auxiliar, la emisora de radio que Gilnevit había habilitado como centralita de apoyo en caso de que las cosas se torcieran.

-Los veo y subo a cinco.- Añade Dylphiel, antes de que la operadora les eche la bronca con voz calmada, pero perturbadoramente amenazante.

-Kenlish, ten mi lector de tarjetas a mano.- Comenta Nevit tras expulsar a su público del desván, donde ha instalado el equipo.- Vas a necesitarlo para la primera puerta. Es mejor tenerlo ya preparado antes de que salgas de los baños.

Rebusco en la bolsa hasta dar con un artefacto de cinco pulgadas de largo por tres de ancho. Es bastante pesado, a pesar de sus reducidas dimensiones, pero su creadora sostiene que será capaz de descifrar los códigos de cualquier cerradura electrónica del instituto.

-Diez segundos.- Interviene Wilden, al tiempo que escucho unas voces acercándose por el pasillo.- El conserje sigue en su despacho, probablemente leyendo algo. No te molestará por ahora.

Abro el pestillo de mi cubículo y avanzo a hurtadillas hasta la entrada de los servicios. Las voces desaparecen en la distancia y mi compañero me da la señal de avanzar, de modo que abro la puerta y me deslizo al pasillo sigilosamente. Como esperaba, no hay nadie a la vista.

-Wilden, no sé cómo funciona esa habilidad tuya, pero hoy nos viene a las mil maravillas.- Pienso mientras avanzo agachada y en silencio hasta las puertas dobles de metal que separar al instituto de las oficinas.

Me detengo junto a un pequeño lector de tarjetas con teclado numérico y paso el lector de Gilnevit por la ranura. Se ilumina una luz roja en el panel, logrando que se me ponga todo el cuerpo en tensión. Me vuelvo hacia la conserjería, temiendo que el conserje pueda haberse enterado de que me han denegado el acceso, pero el pasillo sigue desierto.

-¿Estás bien, Kenlish?- Me pregunta Wilden en tono preocupado.- Te noto asustada. ¿Qué ha pasado?

-El cacharro de la friki ha fallado, eso es lo que pasa.- Respondo sin cortarme un pelo, sabiendo que la elfa está escuchando al otro lado de la línea.- ¿El conserje ha reaccionado…?

-No, sigue en el mismo sitio… Le noto muy concentrado en lo que está haciendo, la verdad es que me está dando curiosidad por saber qué…

-Kenlish, vuelve a pasar mi lector por el panel. Y esta vez no seas bruta y pásalo con su-a-vi-dad.- Interrumpe Nevit, en un tono artificial que me pone los pelos de punta.

Obedezco a regañadientes y deslizo el artefacto con delicadeza por el panel. La luz cambia a verde y se escucha un sonido de apertura en la unión de las puertas. Me doy prisa en empujar una de las hojas, deslizándome al otro lado y yendo a parar a una trifurcación de pasillos.

-Vale, ya estoy dentro.- Me agazapo junto a una esquina.- Hay tres pasillos… ¿Por dónde voy ahora?

-Ve hacia la derecha. Deberías acabar llegando hasta una puerta similar a la de los baños de estudiantes. Ahí habrá un desvío hacia la izquierda, y la primera puerta que te encuentres a mano derecha será la de la sala de administración.- Me indica Wilden en un tono que no se si catalogar como emocionado o nervioso. Quizás sea ambas cosas.

Obedezco a mi guía y me muevo en la dirección indicada, hasta que doy con la puerta que buscaba. Un pequeño letrero junto a la puerta reza en letras negras sobre fondo blanco “Admin 16 “. Me acerco hasta ella y la examino con ojo crítico.

-Hay dos cerraduras de cilindros, pero han olvidado pasar la llave a la inferior.-Explico por la radio a mis compañeros.- Pero la superior parece de las buenas, tiene pinta de haberse instalado hace poco. No va a ser fácil abrirla.

Gilnevit y compañía sueltan un improperio al otro lado de la línea. Yo, mientras tanto, extraigo unos alambres finos de mi equipo y empiezo a darles forma con los dedos, sin dejar de estudiar la forma del cilindro con precisión.

-Acabáramos. Si se tratara de una electrónica todavía podría hacer algo, pero las analógicas se usan ya tan poco que no tenía sentido haberse preparado para abrirlas.- Suelta Nevit con tono de fastidio.

-Si lo llego a saber les habría preparado algún tipo de explosivo para reventar esa cerradura.- Añade Hebilenn, de igual guisa.- Chicos, mejor retírense por hoy. Al menos ya sabemos lo que necesitarán en la próxima visita, podemos hacer algunas pruebas en la casa y…

-Despreocúpate, ya la he abierto.- Comento con orgullo al tiempo que empujo la puerta.- He sobreestimado la cerradura. No ha sido para tanto.

-Espera. ¡¿Qué?! ¿Cómo que la has abierto?

Me deslizo hasta el escritorio que preside la sala, llena de cubículos de trabajo a ambos lados de la misma, sonriendo por los comentarios de mis compañeros a través de la radio, que no salen de su asombro. Registro los cajones tratando de no hacerles caso, pero al final considero que su charladuría me distrae más que ayudarme y los mando a callar.

Se hace el silencio y, tras un minuto más de búsqueda, doy al fin con el tan ansiado matasellos. Extraigo una funda con documentos de mi inventario. Se trata de la lista de materiales que precisamos para llevar a cabo nuestro plan, pero las cantidades que requerimos son tan grandes que nunca habríamos logrado superar el primer filtro, el del Negociado de Clubes, si lo hubiéramos presentado por el canal habitual. De ahí toda esta operación de infiltración, puesto que con los dos sellos de los altos cargos del distrito en la solicitud, los de la central presumirán que es válida y no harán preguntas… Hasta que sea demasiado tarde.

-Kenlish, es mejor que te vayas dando prisa.- Me comenta Wilden, nervioso.- El conserje ha empezado a moverse. Si sigue su plan habitual, me quedan quince minutos antes de que le de por cerrar esta aula, y si me obliga a marcharme…

-Lo sé, Wilden, cálmate.- Sello todas las páginas con tinta azul y me apresuro a dejarlo todo como estaba.- Vale, ya tenemos el sello del secretario. Voy ahora a por el del director. ¿Dónde tengo que ir?

-Nada más salir, avanza hasta el fondo a la derecha. El despacho del director es la única puerta que encontrarás al llegar a la pared, no tiene pérdida. Luego recuerda que para salir debes… ¡Oh, mierda!

-¿Qué ocurre?-Pregunto justo cuando he cerrado la puerta de la sala de administración.

Oigo como se desconectas u transmisor mediante un fugaz pitido en el oído. El corazón empieza a latirme desbocado cuando me vienen a la cabeza las imágenes de mi amigo en el hospital, y los sonidos que recordaba de mi propio incidente. Wilden no es de perder los nervios fácilmente, y de los dos él es quien tiene una coartada más creíble para encontrarse en el instituto tan tarde. Esa reacción de cortar la comunicación tan repentinamente solo puede significar que alguien se ha acercado hasta él sin que se diera cuenta… Y hasta dónde sé, eso sólo ha ocurrido con dos personas, y una de ellas estoy bien segura de que no puede estar con él.

-Oh, no… Qué no sea lo que estoy pensando.- Empiezo a correr en dirección al despacho del fondo, empezando a sentir una opresión de pánico en el pecho.- ¡Versmegzul, Dylphiel! ¿Estáis ahí?

Me responde la voz de Vers, por encima de las protestas del segundo y de Gilnevit, lo que me hace imaginarme al gigantón del elfo echándose sobre ambos para agarrar el micrófono.

-Dime, Kenlish. Estamos todos aquí.

-Por favor, id con Wilden. Creo que le han descubierto y que no ha sido el conserje ni un profesor, sino alguien que puede ser peligroso para él. Podría estar en problemas.

-Recibido. ¡Dylphiel, ya has oído a la jefa! Nos vamos.

-¿Pero por qué demonios tengo que ir yo también?

-¡Vas a ir! ¿No se supone que los hombres están para estas cosas?- Oigo que le recrimina Hebilenn justo en el momento en que llego ante la puerta.

Una rápida ojeada a la cerradura me deja ver que la puerta está abierta, de modo que me introduzco en el despacho sin guardar muchas precauciones. Pero la estrafalaria decoración de la habitación me hace frenarme nada más poner un pie sobre la moqueta.

Unos amplios y confortables sillones de cuero marrón junto a una de las paredes, en torno a una mesilla de cristal; cuadros altos y con marcos bañados en oro y maderas nobles sobre ellos, y en la pared contraria unas enormes estanterías que alcanzan el techo, repletas de libros de pega y botellas con líquidos diversos. Una moqueta feísima recubre todo el suelo hasta llegar al gigantesco escritorio, repleto de pilas de papeles y carpetas por todos lados, y justo detrás del mismo, se abre un enorme ventanal que abarca casi toda la pared contraria a la puerta. Y para rematar la faena, unas horrendas cortinas color malva con encajes hechos de hilo de oro.

Conteniendo un escalofrío como no he sentido en mi vida, me dirijo al otro lado del escritorio con intención de buscar el matasellos, pero enseguida lo localizo a simple vista en medio de la mesa, junto a una tonga de papeles. La visión es como un regalo para mi corazón, y enseguida me apresuro a rellenar la solicitud con la marca del director. En cuestión de un minuto, ya todas las hojas están selladas.

Me dispongo a mezclarlas entre la montaña de papeles que van a salir del Distrito 16cuando una carpeta color piel llama mi atención, justo en una esquina de la mesa. No tiene ninguna etiqueta, ni ningún sello que me haga suponer lo que contiene, pero como si algo o alguien me lo susurrase al oído, extiendo la mano y abro el portafolios con intriga. Lo que leo en la primera página me deja trastornada, y más cuando veo una nota manuscrita a pie de página en la que su autor ordena que se destruyan todos los documentos de la carpeta.

-No me lo puedo creer…- Se me escapa en voz alta cuando voy pasando las páginas, con un horror creciente en mi interior.- Bastardo cabrón…

-¿Kenlish?- Me pregunta Hebilenn a través del comunicador.- ¿Has visto algo?

-¿Qué si he visto…? Tengo delante una carpeta con los informes de los incidentes de Wilden y el mío, incluyendo los partes médicos del hospital. Y lo peor de todo…- Me muerdo el labio inferior sin darme cuenta, a la vez que aprieto el puño hasta casi clavarme mis propias uñas.- Una nota manuscrita del director ordenando que se destruyan de forma inmediata. Éste mamón está intentando hacer desaparecer cualquier prueba de que van a por nosotros.

Un ruido procedente del pasillo me hace pegar un brinco. Oigo voces discutiendo en el exterior, cada vez más cercanas. Mi mente se bloquea. Sin la guía de Wilden para evitar estos encuentros no sé qué debo hacer. Y cada segundo que pasa, el volumen de la conversación se acentúa.

Busco un escondrijo por toda la habitación, ya que tardaría demasiado en salir por el ventanal y cerrarla detrás de mí, pero nada tiene las dimensiones necesarias para ocultarme completamente. Hasta que decido arriesgarme y, rápidamente, doy la vuelta al escritorio y me oculto en el hueco del asiento del director, en el preciso instante en que se abre la puerta.

-Y ya sé que son jóvenes y que no han sido entrenados aún, pero, ¿tan difícil es que esos mocosos hubieran hecho el trabajo más limpio? O al menos acabarlo. Mira la que han montado con esa violencia gratuita. No saben pensar, no son creativos… ¿Te das cuenta de lo que has hecho con tus tonterías, Arxel?- La voz del director es de pura rabia, y parece estarse desquitando con Rasmus, si es que es el mismo Arxel que tengo por profesor de Ética.- Ahora los de arriba me exigen que evite que la Guardia tenga un pretexto para poder ir contra ellos. Me culpan a mí, pero como no consigas controlar a tus lacayos, me ocuparé personalmente de que sea tu cabeza la que ruede. Tengo amigos, Arxel, amigos muy poderosos entre las altas esferas…

-Comprendo su enfado, señor. Los chiquillos han hecho una auténtica chapuza, y me hago responsable puesto que fui yo quién los captó para el programa juvenil…- La voz no me deja lugar a dudas: es esa mantis religiosa, como la llama Wilden, la que me está provocando ganas de echar bilis por la boca.-Pero le prometo que la próxima vez…

-No habrá próxima, Arxel. Tus acciones unilaterales ya me han dado quebraderos de cabeza como para una vida entera. Primero lo de nuestra alumna de honor más destacada y luego lo de ese chico. Por culpa de ambos incidentes ahora tenemos a la Guardia investigando el campus entero, y demos gracias de que se contenten sólo con investigar a estudiantes, porque si llegan a tirar del hilo…-Se hace un silencio incómodo.- ¿Los chicos no hablarán, verdad?

-Se lo garantizo. Me ocupé personalmente de supervisar su habilidad para el control de las emociones. Y la Guardia no se empleará en interrogarles con la misma dureza que utilizan en el resto de su jurisdicción. No olvide que son estudiantes, a fin de cuentas.

-Bien…- Oigo como remueve unos papeles sobre el escritorio.- Aquí están todos los informes que se han emitido de los incidentes. Deshazte de ellos.

-Como ordene.- Escucho el sonido de unos pasos alejándose, pero entonces la voz del director lo detiene de nuevo.

-Y Arxel… Cuando he dicho que no vuelvas a actuar lo decía en serio. Recuerda que los jefazos aún no han autorizado la operación “Limpieza”, y aunque la chica se estuviera relacionando con un semihumano, su historial sanguíneo sigue siendo de los más puros que tenemos. Joyas así hay que conservarlas a como dé lugar… Intactas.

Segundos después, oigo como se cierra la puerta del despacho. El director permanece en silencio unos segundos, hasta que da un golpetazo en la esa, haciendo que un objeto diminuto se desprenda de ella y caiga sobre mis rodillas.

-Maldito arrogante… Y pensar que me vino recomendadísimo…

Le escucho alejarse en dirección a la puerta, y al cabo de unos instantes, el silencio se apodera de nuevo de la habitación. Yo permanezco inmóvil, examinando el pequeño objeto que acababa de caer en mis manos, mientras mis compañeras del club susurran a través del micrófono.

-Kenlish… ¿Esos dos estaban hablando de ti y de Wilden, verdad?- Pregunta Hebilenn con un hilillo de voz.
 


-Sí… Y lo peor es que creo que nos hemos metido en un juego muy peligroso…- Hago girar el pequeño micrófono de botón entre mis dedos.- Porque creo que no hemos sido las únicas que han oído la conversación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario